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Actualizado: 8 de junio de 2025


Digo muy largas, porque le sobresalian á uno y otro lado, de tal modo, que alcancé á vérselas, aunque me cogia de espaldas, como he dicho. Me quedé parado, observándole, calculé, y por instinto resolví que debía ser M. Guizot. Me llego al menestral, contra el deseo de mi mujer que me tiraba fuertemente del brazo, y le suplico que tenga la bondad de decirme quién era el sujeto en cuestion.

Su situación en aquella casa fúnebre, la tristeza en que vive y se consume, ¿no serán causa de que desee libertad, vida, afectos, todo lo que allí no tiene, ni puede, ni sabe darle ese joven indiferente, ocupado por la pasión política? Confiese usted que la situación era la más á propósito para que yo aspirara á merecer de ella algo más que gratitud. Resolví sacarla de allí, llevármela.

El bridge ha muerto, ¡viva el truco! Tenía razón, mil veces razón tenía mi amigo Villalba. Bien pronto lo comprendí. Y desde entonces resolví vengarme de todo lo que había jugado al bridge por hábito y con placer harto mediocre o negativo. ¡Lástima que me vengué demasiado bien!... Pues sucedió que me encontré de nuevo con Clarita, y que su mamá volvió a invitarme a comer. Fui lleno de júbilo.

Me interesó la noticia y resolví dirigir al día siguiente mis pasos hacia la casa del guarda, con la esperanza de ver al Rey. ¡Ojalá se quedase cazando toda la vida! me decía mi huéspeda. Cuentan que la caza, el vino y otra cosa que me callo, es lo único que le gusta o le importa. Pues que coronen al Duque; eso es lo que yo quisiera, y no me importa que me oigan.

Este último argumento me pareció tan contundente, que dejando mis antiguas preocupaciones contra las cartas, resolví profesar esa nueva religión de ases y damas. Pero yo nunca había tocado una baraja francesa. Detestábalas de todo corazón.

Además, habiendo llegado a la tarde, supe que a la mañana siguiente salía el transatlántico francés La Ville de Paris, de Salgar para Colón y resolví embarcarme en él. Me despedí de los compañeros a quienes más tarde encontraría en Europa, y heme en viaje para Salgar, acompañado del excelente cónsul argentino en Barranquilla, señor Conn.

Verdaderamente, tan extraño era el tenor en que estaba escrita esa carta, que, con aprobación de Reginaldo, resolví guardarla y hacer algunas averiguaciones.

Lo que antes no había sido más que una locura, una niñada, había hecho lugar a sentimientos serios: el valor del sacrificio y la confianza en mi fuerza. Entonces resolví obrar, si acaso era todavía tiempo.

Un cura pensaba yo, debe tener sobre el amor ideas erróneas y extraordinarias, porque puesto que no puede casarse, no puede amar. Sin embargo, Francisco I era casado y... no comprendo nada de todo esto, y tengo que saberlo. Existía tal caos en mis ideas que a pesar de mis desdeñosas prevenciones a cerca de la opinión de mi cura, resolví dilucidar con él este escabroso asunto.

Al siguiente dia, á poco mas de las once, viendo que aun no volvian los comisionados que habian salido en busca de víveres, resolví regresar al rio para embarcarme y proseguir mi viage; pero no tardaron mis tres indios en llegar tras de mi con algunas provisiones. Inmediatamente nos pusimos en marcha, dejando el pais de los Yuracarees y vogando resueltamente hácia regiones desconocidas.

Palabra del Dia

pléyades

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