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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Entregué la esquela a Sarto, en quien no hizo mella la súplica lastimera de la dama, limitándose a decir: Suya es la culpa. ¿Quién la llevó al castillo? Sin embargo, no considerándome yo enteramente irresponsable de lo ocurrido, resolví compadecerme de Antonieta de Maubán.
Cuando me encontré sola en mi cuarto, me dije: «¡Bueno, ahora vas a festejar la Navidad!» Saqué las cartas de Roberto de la gaveta en que las tenía cuidadosamente escondidas y resolví leerlas hasta una hora avanzada de la noche.
Con estas seguridades, reforzadas por la orden que llevaba el Victoria de que así que llegase a Honda volviese en nuestra busca, y animado por la ventaja de ganar los cinco días que me habría sido necesario esperar para tomar el vapor del 30, resolví bravamente el embarco en el Antioquía. Júpiter quería perderme sin duda, y me enloqueció en ese momento.
Cuando a la mañana siguiente, todo el mundo en pie, después de una noche de reposo, se preparaba para montar a caballo, comprobé con una cólera indecible que mi tuerto maldecido brillaba aún por su ausencia. Resolví continuar el viaje, porque retroceder era inútil, y además de indagar en el camino si me había precedido, hacer jugar el telégrafo, una vez llegado a Honda.
Resolví dar yo mismo los primeros pasos junto a Krakow para llegar a un arreglo, bien que no estuviese yo para él en olor de santidad. Por el contrario, yo podía pensar fundadamente que sus amenazas se dirigían a mí también, pues los dos habíamos tenido ya nuestros dimes y diretes en el concejo municipal.
Empeñarse en seguir era locura, porque en vez de ponernos a flote, íbamos a hundirnos más, y con el capital a perder el crédito, es decir, el mío, que el del socio ya andaba por los suelos, desde que su nombre salió en la pizarra de la Bolsa, por no poder pagar... Ese día, yo me resolví a la liquidación; felizmente, Esteven ha estado muy razonable, lo confieso, y bien pudo no estarlo en medio de sus compromisos, haciéndose cargo de la mayor parte del pasivo; pero, cincuenta mil nacionales para mí es mucho, es todo, es la ruina otra vez... ¡y va la tercera!
Luego que recibí la de V. E. de 18 de Julio último, en que me comunica que los Lusitanos estaban detenidos en San Pablo, sin dar para ello otro motivo que la enfermedad de un astrónomo que habia pasado á curarse al Janeiro, resolví regresar á esta capital, y lo verifiquè felizmente en once dias con toda la gente y animales.
«¡Este será su regalo de Navidad!» dije pensando en que ese año no había podido hacerle, como de costumbre, un bordado o un tejido; y, como siempre agrada, cuando se hace un regalo, cierto aparato para ocultar la alegría que desborda del corazón, resolví representar todavía un poco la comedia, antes de entregárselas.
Poco a poco fui acercándome a la puerta de Jerez, y me encontré, cuando menos lo pensaba, frente al vasto y suntuoso edificio alzado por Felipe III para la confección del rapé. Di bastantes paseos por delante de él. Al cabo, me resolví a franquear la verja, y me acerqué a una de las puertas. ¿El señor administrador? pregunté a un hombre que me pareció portero.
»En fin, me resolví en que poco amor, poco juicio, mucha ambición y deseos de grandezas hicieron que se olvidase de las palabras con que me había engañado, entretenido y sustentado en mis firmes esperanzas y honestos deseos.
Palabra del Dia
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