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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Nuestra amistad era de un carácter tan íntimo y estrecho, que podía, por cierto, hacerle esa proposición sin salirme de los limites propios; sin embargo, resolví tratar de saber primero el motivo tan poderoso que tenía para desear viajar sola. Pero Mabel era una mujer inteligente, y no tenía intención de decírmelo.

Pero me quedaba todavía el deseo de ir al bosque y llegarme hasta la casilla del guarda; y cuando mi linda camarera me dijo que podía tomar el tren en otra estación, andando cosa de dos leguas a través del bosque, resolví enviar mi equipaje directamente a las señas que había dejado Juan, dar mi paseo y continuar después el viaje a Estrelsau.

Me escribió Matilde, diciéndome que Adela me iba a mandar invitación y que no faltara. Vacilé; pero, al fin, resolví quedarme. Y ahora me alegro, pues según me dicen las de Arnedillo en una larga carta, el baile fué un fiasco completo, aunque parece que hubo mucha «gente». Además, el ambigú estuvo servido de una manera deplorable.

Me resolví a confiar a Gabriela mis amores con Angelina. Así, pensaba yo me salvaré, y no podré decirle nunca que la amo. «Usted, amiga mía, amiga cariñosa, le diría usted sabrá, antes que nadie, que en la dicha de esa joven, que es y ha sido muy desgraciada, cifro todas mis ilusiones, ¡todas mis esperanzas!

Resolví, pues, ya que todavía era tiempo, reparar, en lo que dependiese de , aquella negligencia que me demandaba una secreta voz, exhumando aquellos restos para conducirlos al lugar de su predilección.

Y temiéndome yo que su presencia en Zenda tuviese por objeto seguir dando allí pruebas de igual celo que en Estrelsau, resolví impedírselo cuanto antes. ¿Es ese el motivo de su venida a Zenda, señor prefecto? le pregunté. ¡Oh, no, señor! Me trae el deseo de complacer al Embajador inglés... ¿De qué se trata dije aparentando indiferencia.

Y como si aquello fuese castigo providencial ó por lo menos advertencia saludable, después de grave y prolongada meditación, en que me eché en cara sin piedad mi conducta infame y ridícula, canté sin rebozo el yo pecador y resolví obedecer á mi esposa inmediatamente.

Por eso yo me resolví a entregarlo a la tropa, pues de ese modo quitábamos del pueblo a un sujeto nocivo y libraba yo a mi sobrina de un impertinente. Pero Vd. se acordará de aquella misma Nochebuena en que, al hablar de Pablo en mi casa, cuando estábamos cenando, Carmen se echó a llorar.

Aunque sólo hubiera escrito esta frase: «Estoy vivo», la advertencia no hubiera sido más clara. Resolví marcharme de Nièvres al otro día, absolutamente como había resuelto ir, sin más reflexión ni más cálculo. A media noche aun había luz en el cuarto de Magdalena.

Palabra del Dia

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