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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Mi amada tuvo entonces una recrudescencia de entusiasmo hacia mí y tuve que consolarla de las traiciones de que yo mismo era cómplice. Pero mi nuevo capricho era demasiado imperioso para que yo pudiera engañar por mucho tiempo á Lea. Todos los días me separaba más de ella; hasta que resolví jugar el todo por el todo para recobrar mi libertad.
Mi salida de la casa de Castro Pérez, salida que además de enojosa me pareció ofensiva para mi buen nombre, me puso abatido y desalentado. Todos aquéllos que me veían en la calle, sin ocupación ni empleo, y que antes me vieron en el despacho del abogado, pensarían, sin duda, que Castro Pérez me había despedido por algo vergonzoso. Dime a cavilar en esto, y me resolví a no salir de casa.
Tan mal me puse que me resolví en la primavera a ir a tomar las aguas de Marmolejo. Aquí comienza el período de mi vida que he anunciado como interesante. Y en verdad que ya me pesa, pues nada es peor para obtener buen éxito en las narraciones como despertar la curiosidad con promesas halagadoras. En fin, he cometido una torpeza, y es justo que la pague.
Resolví, pues, dirigirlo contra el lado opuesto del castillo. Te he prometido diez mil pesos dije a Juan. Te daré veinticinco mil si mañana por la noche haces lo que yo te diga. Pero ante todo ¿saben esos criados quién es el prisionero? No, señor; creen que es un caballero enemigo del Duque. ¿Y no dudarán que yo soy el Rey? ¿Cómo han de dudarlo, señor?
Luisa Noel llamó sonriendo á dos criados, y nos envió al hotel del Tirol, calle de Montmartre, á cincuenta pasos de la calle Vivienne. Eran las siete y media de la tarde. Llegamos al hotel del Tirol; pero este hotel, en medio de las cosas buenas que pueda tener, y que no le quiero disputar, tiene una escalera tan estrecha, tan nimiamente estrecha, que me resolví á no subirla.
Así es que resolví mudarme... Quince años había estado allí en aquel zaguán, y me entristecía el tener que marcharme a otro lado; pero era preciso, porque yo estaba ya un poco enfermo con la humedad... Sin embargo, estuve buscando unos días algún sitio a propósito y no lo encontré.
Señores, aquel de ustedes a quien las circunstancias hayan obligado a alistarse en las filas de los bribones... y ¿cuál es el hombre honrado que no ha tenido que hacer eso alguna vez en su vida?... ese me comprenderá. Me devanaba los sesos día y noche, y me roía las uñas hasta hacerme sangre; y, no encontrando otra manera de arreglar las cosas, resolví reconciliar a mi costa a las dos partes.
En fin, estaba a una noche de distancia y tenía aún por delante cinco o seis días; me puse en camino. Resolví irme por la línea del Erye que va a Búffalo y a Niágara Fall's, correr las fronteras del Canadá hasta Albany, y luego de allí descender a Nueva York por el Hudson.
He de confesarle, Antoñita, que sentí un impulso de cólera al ver que aquel hombre, que mientras vivió su hija no se separaba de ella, me la disputaba ahora hasta en el sepulcro. »Me apoyó en un ciprés y resolví aguardar a que él se hubiese marchado.
»Esta idea me hirió como un rayo: sentí la sacudida en el pecho, y una oleada de lágrimas inundó mis ojos: ¡el primer beneficio que me otorgaba el duelo implacable de aquel día! Porque no oyera Luz mis sollozos, intenté cerrar la puerta; pero notó su débil rechinar y volvió la cara. Por si me había visto, me resolví a entrar, dispuesta a todo. De cualquier manera, yo no podía vivir así.
Palabra del Dia
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