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Las chozas. Aspecto de la naturaleza. Las tardes del Magdalena. Calma soberana. Los mosquitos. La confección del lecho. Baño ruso. El sondaje. Días horribles. Los compañeros de a bordo. ¡Un vapor! Decepción. Agonía lenta. ¡Por fin! El Montoya. Los caimanes. Sus costumbres. La plaga del Magdalena. Combates. Madres sensibles. Guerra al caimán.

No entra una sola droga en su confección, y lo mismo curan los sabañones, que la calentura, que la tisis, cuando no está en el cuarto grado, se entiende. Las calenturas perniciosas que había en Simancas se han desterrado, y la tisis no se conoce. Las chicas del pueblo los llaman «los polvos de D. Nemesio».

Por aquí se ve que la confección del ministerial tiene mucho de sublime, como lo entiende Longino. Dios dijo: Fiat lux, et lux facta fuit. Se sonrió un ministro, y quedó hecho un ministerial. Dios hizo al hombre a su semejanza, por más que diga Voltaire que fue al revés: así también un ministro hace un ministerial a imitación suya.

Por otra parte, las gentes empezaban á murmurar que la Gringuita tenía un novio. Era un joven de la localidad, que rivalizaba con Sandoval en la confección de versos «á la moderna» y además hacía discursos contra el gobierno.

Los celestiales protectores eran los que le habían sugerido la idea de establecer la destilería del cognac, dando nuevos alientos a la casa; ellos también los que hacían que la marca Dupont, con la ayuda de los anuncios, se esparciese por toda España sin miedo a rivalidades, favor inmenso que todos los años agradecía dedicando una parte de las ganancias al auxilio de las nuevas órdenes religiosas establecidas en Jerez o ayudando a su madre, la noble doña Elvira, que siempre tenía capillas por restaurar o un manto costoso en confección para alguna Virgen.

Todos los postres que se ponen al horno después de cocer al baño maría se meten con el mismo recipiente con agua. Si en lugar de limón quiere ponerse canela o vainilla, cambia el nombre del flan, pero la confección es igual. FLAN DE AVELLANA. Para un cuartillo de leche, tres onzas de avellanas tostadas y molidas, cuatrocientos gramos de azúcar y doce yemas.

Era esta de las buenas del pueblo, con corral donde había muchas gallinas, y con patio enlosado y lleno de macetas de albahaca, brusco, evónimo, miramelindos, dompedros y otras flores. Claro está que para las faenas rústicas del lagar, del trasiego del vino y de la confección del aceite, hombres y bestias entraban por una puertecilla falsa que había en el corral.

Por eso la niña concedía un cuidado más atento y vigilante a la confección de este líquido que un químico analizando cualquier metal precioso. Mientras iba y venía disponiéndolo todo, el joven no cesaba de bromearla en el mismo tono cariñoso de los primeros tiempos, y eso que Marta, aunque de corto todavía, era ya una verdadera mujer, y no de las menos lindas, como hemos tenido ocasión de decir.

Debajo del brazo traía una muñeca hecha de harapos, al parecer de confección propia, y casi tan grande como ella; una muñeca de cabeza cilíndrica y facciones toscamente dibujadas. Un largo chal, que visiblemente pertenecía a una persona mayor, le caía de los hombros barriendo el entarimado. Esta inesperada visita no complacía a la señora de Galba.

La mesa de la votación con sus cuartillas, sus trece tinteros, convenientemente separados, y las sillas que rodeaban aquella, más bien la semejaban á la de confección de un periódico que á otra cosa, por más que esa cosa sea tan grave y trascendental para el pueblo, como el nombramiento de su municipio.