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Actualizado: 4 de mayo de 2025


La cabellera amontonada con gracioso descuido, los zapatos blancos algo usados, la blusa modesta de confección casera, la falta total de alhajas, daban a su figura un aspecto de pobreza sufrida animosamente, de incertidumbre bohemia sobrellevada con resignación. Usted que conoce aquí a todo el mundo preguntó Ojeda : ¿quién es?

Elena, también confusa, le explicó que había llegado hacía pocos días para reponerse de una ligera fiebre que había padecido y le suplicó que le preparase una poción calmante para dormir que en otro tiempo, cuando vivía en el Escorial, le había probado muy bien. Vilches se apresuró a complacerla. Mientras duró la confección charlaron.

La artista, con la cabeza baja, seguía el movimiento de sus manos, ocupadas en la confección de una de esas labores que sólo sirven para pasar más fácilmente el tiempo engañando la atención. Rafael la encontraba cambiada por los meses de ausencia.

En el siglo XVII hubo en Sevilla algunos confiteros que fueron célebres por su habilidad en la confección de los dulces, y de entre ellos han pasado á la posteridad, digámoslo así, Pedro de Libosna, Bartolomé Gómez y Jerónimo de Barco, que no tenían competidores en las conservas, la carne de membrillo, los mazapanes y los canelones de sidra, canela, avellana ó anís.

El oficio es fácil de aprender y el instrumento que vale para la confección o fabricación, o sea la lengua o la pluma, se maneja con menos esfuerzo y más naturalmente, no ya que el cincel o el pincel sino que el azadón o el almocafre, por donde toda persona algo educada escribe o puede escribir novelas.

La señora de Montauron, que profesaba a la soledad cordialísimo aborrecimiento, concedía a sus amigos la más amplia hospitalidad en su campestre mansión, aunque, habiendo resuelto que aquel año de 1875 marcaría el fin del celibato de su sobrino, extendió aún más sus invitaciones en esta jornada, poniendo en la confección de las listas de convite los más diplomáticos cuidados.

Poco a poco fui acercándome a la puerta de Jerez, y me encontré, cuando menos lo pensaba, frente al vasto y suntuoso edificio alzado por Felipe III para la confección del rapé. Di bastantes paseos por delante de él. Al cabo, me resolví a franquear la verja, y me acerqué a una de las puertas. ¿El señor administrador? pregunté a un hombre que me pareció portero.

Los cuadrúpedos más pequeños, así como las aves, entraban á docenas en la confección de cualquiera de los platos. Uno de aquellos vehículos automóviles, veloces y sin ruido, que tenían forma de animales, servía para trasladar los alimentos del Hombre-Montaña desde las cocinas hasta los pies de su mesa. En cada viaje sólo llevaba un plato.

Dio las gracias Ponte, mostrándose escéptico, con galantería, en lo concerniente a las aptitudes de las señoras para la confección de ropa masculina, y la despidieron todos en la puerta, ayudándola a cargarse los diversos bultos, atadijos y paquetes que gozosa llevaba.

De aquí se deduce también que nuestros atavíos son obra de la fantasía del proletariado de aguja, y no fruto de nuestro propio espíritu creador ni de nuestro gusto estético. Así, pues, la responsabilidad de los adefesios en los atavíos que cubren a la burguesía femenina corresponde al pueblo que labora en los talleres de confección y al diablo que anda suelto por muestrarios y escaparates.

Palabra del Dia

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