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Isidro se acordó de los trabajos realizados en su época de mercenario de la literatura, cuando andaba a caza de notas en bibliotecas y archivos para la confección de un libro que firmaría luego cierto personaje ansioso de entrar en una Academia.

Yo no como aquí dijo el joven, enfundando las manos en sus guantes, como en el Café de París, con unos amigos. ¡Muy bien! ¿y para eso había hecho esperar tanto tiempo? ¡Ir a comer fuera, cuando la tía se había esmerado tanto en la confección de aquellos hojaldres, que olían deliciosamente, recién saliditos del horno!

Tenía el sentimiento precoz de las fórmulas parlamentarias, no conocidas aún en el mundo, y decía gravemente: Señora Eva, permítame su señoría una pequeña interpelación: ¿puedo tomar un poquito de pan? La madre apelaba á su auxilio cada vez que tenía necesidad de mantener tranquila á la numerosa prole, mientras se consagraba á la confección de sus trajes.

Ahora, el mismo presentimiento le avisaba una reconciliación de los dos hombres, cuyos bultos distinguía confusamente. ¡Bendito sea el Cristo del Grao!... Y al saber que el capitán se quedaba á bordo hasta la tarde, se lanzó á la confección de uno de sus arroces magistrales, para solemnizar la vuelta de la paz. Poco antes de la puesta del sol, Ulises se encontró con su amante en el hotel.

Por dos pesetas diarias la explotaban las parroquianas de un modo irritante; mostraban un ansia furiosa para exprimir todas sus habilidades; la hacían cortar y probar como una maestra y coser o zurcir como una oficiala; obligábanla, con falsos mimos, a no levantar la cabeza del trabajo ni un solo instante; se mordían los labios con rabia y dudaban de su laboriosidad cuando no podía convertir en vestido flamante un guiñapo viejo; y después de todo, cuando la costurera terminaba, despedíanla sin cariño alguno, como un mueble inútil, y no se acordaban de ella al darse tono en paseos y teatros, asegurando que era de una modista francesa el vestido cuya confección les costaba unas cuantas pesetas.

Costumbres. Enfermedades y entierros. El orimon. Creencias del indio. El mediquillo. Confección de una receta. El constructor de cigarrillos. Dos respiraciones. El frío y el calor. Muerte de cabezang Pedro. Al hoyo y ... talagá nang Dios. La casa por concluir. Dolor de embarazo. Las plegarias y la Orden tercera. Las listas del presente. El panalañgin. El sentimiento y el estómago. Inoac y sayos.

Ocupábase la madre en la, confección de flores artificiales, y dotada de más delicado instinto, simpatizaba secretamente con los gustos de su hijo.

De Constanza pasaron a Suiza, y después a Italia. Un año anduvieron juntos, contemplando paisajes, viendo museos, visitando ruinas, cuyas sinuosidades y escondrijos aprovechaba Jaime para besar la nacarada piel de Mary, gozándose en sus auroras de rubor y en el gesto de enfado con que protestaba: «¡Shocking!...» La acompañanta, insensible como una maleta a las novedades del viaje, seguía la confección de un gabán de punto de Irlanda empezado en Alemania, seguido a través de los Alpes, a lo largo de los Apeninos y a la vista del Vesubio y del Etna.

Y no queriendo decir más, se tragó todo el resto del vaso, dedicándose á la confección de un segundo «refresco» precipitadamente, para recobrar el tiempo perdido. Poco á poco se deshizo la prudente barrera que contenía su verbosidad, y habló con el mismo abandono de siempre; pero su flujo de palabras no arrastraba noticias precisas.

Su cara era de facciones duras y prematuramente curtida, mientras el corte de su traje era de ese tipo marcado de «confección» hecha en la sastrería-emporio de las ciudades provincianas. El sombrero duro de fieltro lo tenía un poco inclinado a un lado, como acostumbran llevarlo en sus paseos de domingo los dandys de barrio y los mozos campesinos.