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El bridge ha muerto, ¡viva el truco! Tenía razón, mil veces razón tenía mi amigo Villalba. Bien pronto lo comprendí. Y desde entonces resolví vengarme de todo lo que había jugado al bridge por hábito y con placer harto mediocre o negativo. ¡Lástima que me vengué demasiado bien!... Pues sucedió que me encontré de nuevo con Clarita, y que su mamá volvió a invitarme a comer. Fui lleno de júbilo.

Las dejé departiendo, al parecer amigablemente, y fui a contárselo a Villa, quien arrimó el ascua a su sardina, exclamando: ¡Qué corazón tan franco el de Isabel! ¿verdad? Ni cuando quiere ni cuando aborrece puede ocultarlo. Antes de retirarse, tuvo ésta ocasión para invitarme a almorzar al día siguiente, de parte de su papá.

Francisca me miró, vaciló y se atrevió por fin a invitarme a su boda. Entregada a misma, hubiera rehusado con indignación; para salvar las apariencias, acepté. Para ti como para , vale más que nada se sepa fuera... Nuestra amistad ha muerto... ¡Oh, Magdalena! , ha muerto... de nada sirve negar la evidencia.

Señoras y señores: o mis buenos amigos y buenos compañeros, Jesús Castellanos y Max Henríquez Ureña, entusiastas organizadores de estas hermosas lides del pensamiento, me hicieron el honor de invitarme para que consumiera un turno en ellas, consulté la mente, y no hallé tema que me subyugara: consulté luego el corazón, y hallé, José Martí.

El señor de Lavardens vino a invitarme para este vals, y le respondí que os lo había prometido... , ¿no es verdad, queréis? ¡Estrecharla en sus brazos, respirar el perfume de sus cabellos!... Juan estaba desesperado... No se atrevió a aceptar. Siento, señorita; mas no puedo... no me encuentro bien esta noche. He venido por no partir sin despedirme; pero bailar es imposible.

Vamos a tratar de convertirle en un perezoso; aquí no hay que pensar sino en descansar y en divertirse ¿no es verdad? Juan no contestó en seguida. Al fin consiguió dominarse y con voz casi exenta de vestigios de emoción dijo: Usted es demasiado buena en añadir estas palabras de bienvenida a la amable insistencia que han tenido en invitarme el señor y la señora Aubry.