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Actualizado: 12 de mayo de 2025


El señor de Villanera cree cándidamente en su falsa resignación y creería cometer un crimen abandonando a esta heroína del amor maternal. Para terminar, y con objeto de acallar sus nobles escrúpulos, la señora Chermidy ha susurrado al oído del conde: «Cásese usted por poco tiempo.

¡Le ama tanto la pobre niña!... ¡Hubiera sido tan desgraciada!... ¡Y está tan poco acostumbrada a sufrir! Mientras que usted... Yo tengo la costumbre respondió Liette con su hermosa sonrisa de resignación. ¡Ah! si Dios hubiera querido siquiera dejarme a mi madre! Pero no tengo ni un niño a quien amar...

Pero luego las notas decaían, las bellas frases se enlazaban más lánguidas, la imagen de la dicha moría en un radio de sombra, y ya sólo podía oírse la tierna resignación del amor vencido ante la irremediable lejanía de su ideal ultraterreno.

Pero eso no es una necesidad, mamá dijo Liette dejando la pluma con resignación; eres absolutamente libre... Sin duda, hija mía, sin duda; pero no querría perjudicarte en tu situación y prefiero dominar mi legítimo orgullo. Te aseguro... Tu felicidad ante todo, hija mía; por verte dichosa me resignaría a rascar la tierra con las uñas.

Mientras se acercaba lentamente hacia ellos ejecutó un sinnúmero de muecas y visajes, expresando alternativamente el dolor, la protesta y la resignación. Sentose de nuevo en silencio entre los dos, y en silencio también y con rara energía apretó las manos a Mario fijando en él al mismo tiempo una mirada de indefinible tristeza.

Aquella fe que en otro tiempo provocaba sus burlas le parecía ahora algo superior. ¡No poder conocer la resignación de las almas humildes!... Persistía en ella la incredulidad de sus tiempos dichosos. Los que gozan las dulzuras de la existencia no se acuerdan de la muerte ni piensan en lo que pueda haber después de ella.

A tener allí la flauta y no estar dormida Serafina, hubiera acompañado con el dulce instrumento aquellas melodías interiores, lánguidas, vaporosas, llenas de una tristeza suave, crepuscular, mitad resignación, mitad esperanzas ultratelúricas y que no puede conocer la juventud; tristeza peculiar de la edad madura que aún siente en los labios el dejo de las ilusiones y como que saborea su recuerdo.

Todo ello servía para multiplicar los trabajos de Reyes, su responsabilidad y alarde de paciencia. Aquella resignación de su marido llegó a ser tan extremada, que a Emma acabó por parecerle cosa sobrenatural y diole mala espina.

A la mañana siguiente llegaron las visitas: el desfile de levitas negras y tupidos velos, el paso por aquella casa de los amigos y conocidos, todos con la enguantada mano tendida, un gesto de amargura en el rostro y la palabra de resignación guardada cuidadosamente para tales casos.

Y poco a poco, de este abatimiento, del que muy contados humanos escaparían en idéntico caso, brotó como planta vigorosa la resignación, o más bien una indiferencia estoica y varonil nacida de la vergüenza de haber sentido miedo.

Palabra del Dia

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