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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Estaba seguro de que la decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del despecho.
De la soledad y del abismo de abyección en que yo caiga, mi alma podrá levantarse hermosa y feliz si la resignación la purifica. Así, y no en virtud de un acto de feroz violencia, podré elevarme hasta lo infinito a que aspiro.
Es muy difícil explicar a un lector cortesano, o sea a un hombre que vive en una gran ciudad, donde los dolores son fugitivos, el ambiente de dolor, de tristeza, de resignación, casi agresiva y pase la antítesis que se forma en ciertas casas de pueblo cuando se conlleva un duelo por la muerte de un deudo. El deudo que ha muerto aquí es lejano y hace muchos meses que ha muerto.
El amor platónico es la falsa resignación de los que no pueden besarse. Cuando una mujer y un hombre se han devorado a caricias, ya no hay platonismo posible. ¿Volver a las andadas? ¿Para qué? ¿Para cansarse al cabo de un par de meses, sentir el mismo hastío de la vez primera, y portarse de nuevo como un charrán?
Tendréis muchos hijos y, después de una vida larga y dichosa, iréis al cielo. Sorprendiole a Luis aquella resignación y no pudo menos de sentir alguna inquietud. ¿Y tú serás también feliz? le preguntó tímidamente. ¿Yo?... ¡Qué importa que yo sea feliz o desgraciada! dijo alzando los hombros con ademán desdeñoso. ¡No digas eso, Amalia!
No es solamente la duda la que inspira a Hamlet sus famosas reflexiones: Ser o no ser: he ahí el problema. ¿Qué es más de admirar? ¿La resignación que de rodillas acata los caprichos de la ciega Fortuna o la fuerza que lucha en el mar proceloso y encuentra el término de sus males en ese terrible combate con los embravecidos elementos? ¡Morir!
Pues todo ello ya lo teníamos nosotros sin tanta música ni tanto cacareo de dignidad y de derechos; y aun teníamos más, porque con la misma desigualdad de fortunas, había buena fe en los de arriba y resignación en los de abajo. Resultado: que había paz en los pueblos, alegría en los hogares, y grandes virtudes en el corazón.
No se mide la dicha por la yunta como la tierra; se mide sí, con la resignación que Dios ha dado al pobre como al rico.» Otra vez encuentro el retrato de mi madre a los treinta y ocho años; helo aquí: Es de noche; las puertas de la casita de campo están cerradas. Un perro ladra de cuando en cuando.
Aquellos disgustos los merecía por tener buen corazón, por meterse a hacer favores, y tal convicción sabía infundir a sus víctimas el demonio del hombre, que cuando llegaba el embargo y la apropiación del campo o de la casita, aún decían con resignación muchos de los despojados: El no tiene la culpa. ¿Qué había de hacer el pobre si le obligaban?
A Juan lo contrarió mucho este aviso; habría deseado no mezclarse en el movimiento social durante su estancia en Etretat; pero juzgó que sería poco cortés rehusar la invitación, y contestó que no faltaría. Algunos momentos antes de la hora señalada, Juan, de vuelta de un paseo solitario, por la orilla del mar, leía en su cuarto. Al oír el aviso de Bertrán, cerró su libro con resignación y bajó.
Palabra del Dia
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