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Actualizado: 26 de julio de 2025


Deseaba la muerte, la llamaba... ¡Ah, pobrecilla!... ¡Ah, señores!... Y me mandó afuera, me mandó... para estar libre... ¡para que no se lo leyese en la cara! ¡Ah, si hubiera estado junto a ella!... ¡Cuántas veces, pobrecita, cuántas veces, rogó a Dios que la hiciera morir!... ¡Y se ha matado!... repetía con voz aún más afligida, como si hasta ese momento hubiera podido dudar y esperar, y de repente recibiera la confirmación indudable de semejante desgracia. ¡Se ha matado!... ¡Está muerta! ¡Señor! ¡Señor!...

La dió un beso más apretado en la frente y se puso a llorar, con sollozos convulsivos que sacudían todo su cuerpo. Entonces, Susana se asustó. ¿Qué tienes, mamá? ¿qué ha pasado? Misia Gregoria no contestaba; su llanto era tan copioso, tan sentido, que no podía hablar. Y Susana, afligida, repetía: Mamá, ¿por qué lloras? dime, ¿por qué?

¡Por cuestión de la paga! repetía por momentos, recordando las palabras del religioso. ¿De quién podía venir aquella especie si no de su rival? ¿Debía también perdonarle con el heroico perdón de los santos? La frase de doña Guiomar: «Harta dicha será que no os desluzcan la jornada mediante alguna calumnia», tomaba ahora en su mente acento de profecía.

¡Y en este matadero de la investigación había desaparecido su Feli!... ¡Allí se había disuelto su cuerpo, sin que bajasen a la tierra más que restos informes y despedazados en el fondo de una espuerta!... ¡Feli! ¡Feli!... Repetía su nombre, recordando los mil detalles de su amorosa intimidad.

Si la tomo... ahí se pudrirá en la tienda.... El Provisor les prohíbe comprar aquí... Ellos, los pobrecitos curas de aldea... ¿qué han de hacer?... ¡Infelices!... Le temen... le temen.... ¡Infame! ¡Infelices! Y don Santos se incorporó como pudo, inclinó la cabeza sobre el pecho, y lloró en silencio. Y repetía de tarde en tarde: ¡Infelices!... Celestina salió de la alcoba sollozando.

»Entonces se despeja su frente y contesta al punto: » Si, : es precisa esa partida. »Hoy mismo lo repetía, aun sabiendo que debo marchar mañana. »Sin embargo, he observado que a su padre le inquieta la proximidad del momento de mi marcha. »Esta tarde, al separarme de Magdalena, me ha seguido y, llamándome aparte, me ha dicho: » Amaury, mañana partes.

¿Pero cree usted, argüian los otros, que la estátua de Bonaparte debe servir de adorno en la escalera de Welington? La estátua está en donde debe estar, repetia el viejo general; no puede estar más que en la escalera, y volvia á bajar la frente. Pero ¿por qué no puede estar en otra parte que en la escalera? Porque no cabe por las puertas de mi casa.

Del hombre estimado sólo por consecuente, iba a surgir el orador. Oyose en esto ruido de pasos, y se asomó Paz a la puerta del despacho, a tiempo que su padre repetía: Gracias, muchas gracias. No de qué se trata dijo ella entonces a Pepe; pero yo también se las doy a Vd.

¡Cómo! exclamó Carlos espantado, esos tormentos de que hablas... Los he experimentado yo. ¡Y los has podido soportar y ocultarlos! ¿Quién te ha dado el sobrehumano valor que necesitabas para ello? ¡Dios y la amistad! Y ambos amigos confundiéronse en un cariñoso abrazo, mientras el pueblo repetía, aludiendo a los recién casados: «¡Qué felices son

Dos hombres le llevaban calle abajo, cada cual agarrándole de un brazo, y él, mirando con estupidez a sus conductores, repetía: ¡machacárselo! . A ratos se paraba, prorrumpiendo en risas de demente. Ya cerca de la iglesia aparecieron dos individuos de Orden Público, que viendo a Maxi en aquel estado, le recibieron muy mal.

Palabra del Dia

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