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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Usted que ha leído, sabe perfectamente que muchos clérigos que han escrito acerca de las costumbres y carácter de la mujer de su tiempo, han recargado las sombras, han llenado sus cuadros de negro... porque hablaban de la mujer del confesonario, la que cuenta sus extravíos y prefiere exagerarlos a ocultarlos, la que calla, como es allí natural, sus virtudes, sus grandezas.
Algunas veces habían osado apedrear de lejos á la guardia civil, cuando en vísperas de revuelta paseaba sus tricornios por los caminos de la montaña. Ahora, el Milord hablaba con terror de frecuentes robos de dinamita en los depósitos de las canteras. Los cartuchos debían ocultarlos los pinches en previsión de lo que ocurriera. ¡Buena se iba á armar!...
¡Cómo! exclamó Carlos espantado, esos tormentos de que hablas... Los he experimentado yo. ¡Y los has podido soportar y ocultarlos! ¿Quién te ha dado el sobrehumano valor que necesitabas para ello? ¡Dios y la amistad! Y ambos amigos confundiéronse en un cariñoso abrazo, mientras el pueblo repetía, aludiendo a los recién casados: «¡Qué felices son!»
Se convino en hacer campo de batalla de aquel salón, cerrando antes la puerta. El capitán fue a su casa por los sables y los trajo al momento, debajo de la capa que para ocultarlos se puso. Ya sabemos que D. Luis no había empuñado en su vida un arma. Por fortuna, el conde no era mucho más diestro en la esgrima, aunque nunca había estudiado teología ni pensado en ser clérigo.
Mucho alardeaba de humilde y descuidada para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos.
Estaba a la sazón combatido por dos sentimientos de una naturaleza tan poderosa, que se necesitaba un temple de hierro para ocultarlos, como él lo estaba haciendo, bajo la exterioridad más tranquila, el rostro más sereno y la más natural indiferencia. Había examinado los toros que debían correrse aquella tarde; jamás había visto animales más feroces.
Y escuchó, como una música lejana, su voz, que iba explicando brevemente todas las particularidades de aquellas piedras que pasaban á ser animales, de aquellos globos que, al hincharse, mostraban sus órganos, volviendo á ocultarlos bajo un oleaje gelatinoso. Eran un saco, una bolsa, una máscara elástica, en cuyo interior sólo existía agua ó aire.
Yo creo en la Virgen del Sagrario y un poquito en Dios; ¿pero en esos señores? ¡Si los conocieran como yo...! Pero, en fin, todos hemos de vivir, y lo malo no es tener defectos, sino ocultarlos, hacer la comedia como el sinvergüenza de mi yerno, que ahí donde lo ves, grandote como un castillo, se da golpes de pecho, besa el suelo lo mismo que las beatas, está deseando mi muerte, creyendo que guardo algo en mi arcón, y quita lo que puede del cepillo de la Virgen, y roba las velas y hace trampas en el cobro de las misas, y ya estaría en la calle si no fuese por mí, que pienso en mi hija, siempre enferma, y en los pobrecitos de mis nietos.
El fondo de su carácter era la tolerancia, la compasión para todos los defectos, pero se indignaba contra los que pretendían ocultarlos. Todos son hombres, Gabriel decía a su sobrino, hablando de los señores de la catedral . Don Sebastián es hombre también. Todos pecadores, y con mucho que responder ante Dios. No pueden ser de otra manera, y yo los excuso.
Palabra del Dia
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