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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Y cuando al fin se cerraba la puerta tras él, privando a los vecinos de un motivo de regocijo, el señó Juan, en plena borrachera sentimental, se empeñaba en ver a los pequeños, que ya estaban acostados, los besaba, mojándolos con gruesos lagrimones, y repetía sus trovas en honor de la señora Angustias ¡olé! ¡la primera hembra del mundo! , acabando la buena mujer por desarrugar el ceño y reírse, mientras lo desnudaba y manejaba como si fuese un niño enfermo.
Le repetía por lo menos una vez al día: «Eres mi ángel guardián.» Le daba nombres tan dulces que, sin el testimonio de los espejos, hubiera creído tener veinte años. Algo es algo; y el peor marido no es despreciable más que a medias, cuando deja una dulce ilusión a su víctima.
En aquellas palabras, en el desgarrado acento con que las repetía, había un desconsuelo, una amargura, una desesperación tan grande, que la muerta no parecía ya merecer tanta compasión como el vivo, como aquel hombre inconsolable, abrumado por el dolor, que parecía, él también, próximo a perder el aliento.
Porque aunque todos los días se repetía la escena, nunca dejaba de producirle estupefacción dolorosa. ¡Un sacerdote con dos pistolas en las manos, en aquellas mismas manos que al día siguiente habían de tocar el cuerpo de nuestro Redentor! Alguna vez había visto a su maestro el rector del seminario de Lancia en la cama.
La imagen repetía la misma señal como diciendo: "Este es un lugar mejor: ven aquí;" y Perla, entrando en el agua hasta las rodillas, contemplaba sus piececitos blancos en el fondo mientras, aun más profundamente, veía una vaga sonrisa flotar en el agua agitada. Entretanto la madre se había acercado al médico. Quisiera hablarte una palabra, dijo Ester, una palabra que á ambos nos interesa.
Con los ojos atónitos sentía más que veía el raudo cruzar de los objetos por delante. Todo huía, todo se escapaba causándole una extraña impresión de desquiciamiento universal. El mundo se deshacía, se evaporaba, rodaba vertiginosamente a los abismos de la nada. ¡Todo es nada! ¡nada! ¡nada! repetía sin cesar con voz ronca.
Nuestra emoción era verdadera, profunda, unánime, y, por lo tanto, silenciosa..... Únicamente oíamos, ó creíamos oir, sobre nuestra cabeza, una gran voz, la voz de Fray Luis, que repetía con dulce y formidable acento, como al salir de la prisión: «Decíamos ayer.....» No intentaré en manera alguna contar la historia ni hacer la descripción de la Universidad salmantina.
Mientras más trabajaba, con más energía y claridad repetía su mente lo que le había pasado aquella mañana. «Yo me voy a volver loca se dijo poniéndose a mojar la ropa . Más loca estoy que el pobre Maxi, y esto me acaba de rematar».
La idea del cura en trusas y de peluca era tan chistosa, que me hacía reír a carcajadas. Entonces, exclamaba mi tía: ¡Tonta, bobeta! Y algunas otras lindezas por el estilo, que tenían el privilegio de ser tan parlamentarias como explícitas. El cura me miraba sonriendo y repetía dos o tres veces: ¡Ah juventud! ¡hermosa juventud!
Repetía yo los títulos de los libros y el nombre del autor; miraba a Domingo, y comprendiendo que le adivinaba, sonrió y me dijo: Sobre todo no linsonjee usted al publicista para consolar al poeta.
Palabra del Dia
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