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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Maxi contestó con la misma risa insana y delirante; viendo lo cual el polizonte, apretó la zarpa, como expresión de los rigores que la justicia humana debe emplear con los criminales. «¿Y el agresor?». ¡Machacárselo!... Llegó a la Casa de Socorro, ya con una procesión de gente tras sí.
Dos hombres le llevaban calle abajo, cada cual agarrándole de un brazo, y él, mirando con estupidez a sus conductores, repetía: ¡machacárselo! . A ratos se paraba, prorrumpiendo en risas de demente. Ya cerca de la iglesia aparecieron dos individuos de Orden Público, que viendo a Maxi en aquel estado, le recibieron muy mal.
En vano intentó doña Lupe saber lo que había ocurrido de los propios labios del joven. Este no decía más que «¡machacárselo!» con aquella voz de falsete, que era otra novedad para su tía. Acostáronle con no poco trabajo, y le llenaron de bizmas. El médico de la Casa de Socorro vino y ordenó el reposo.
De repente rompió en aullidos, pues no parecían otra cosa los esfuerzos de su voz para hablar a gritos. Los circunstantes podían oírle difícilmente estos conceptos: «Partirle el corazón es poco; es menester... machacárselo».
Palabra del Dia
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