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Actualizado: 23 de junio de 2025


Meñique sacó su hacha, y le dijo: «¡Corta, hacha, corta!» Y el hacha cortó, tajó, astilló, derribó ramas, cercenó troncos, arrancó raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y los árboles caían sobre el gigante como cae el granizo sobre los vidrios en el temporal. Para, para dijo asustado el gigante, ¿quién eres , que puedes echarme abajo mi bosque?

Pero del Xexuí arriba es mayor el encanto de los ojos; porque unas veces se descubre un ramo de la cordillera todo poblado de árboles, otras veces se presenta una campaña llena de yerba muy verde, otras se ven inmensos palmares, de una especie particular de palmas, porque los troncos son altísimos y derechos, la madera dura y la copa redonda, con las ramas semejantes á los palmitos de que hacen las escobas en Andalucía.

Si tuvieras algún pesar que te abrumara, el arroyuelo te lo diría, respondió la madre, así como me habla á del mío. Pero ahora, Perla, oigo pasos en el camino y el ruido que forma el apartar las ramas de los árboles; vete á jugar y déjame que hable un rato con el hombre que viene allá á lo lejos. ¿Es el Hombre Negro? preguntó Perla.

Después de algunos minutos de una rápida marcha, nuestra conductora se detuvo, pareció consultar y reconocer el lugar en que se hallaba, luego separando resueltamente dos ramas entrelazadas, dejó el camino trazado y se lanzó en plena selva. El viaje se hizo entonces menos agradable.

, Catalina, eres el dulce fruto De una mujer, que cual lozana planta, En su corona fresca flor levanta, Mientras el fruto de sus ramas ; Eres la prenda del cariño tierno De un noble amigo, que con blando anhelo, Guarda esa planta del rigor del cielo Cuidándola con amoroso afan.

Pero allá más lejos una columnita de humo blanco se elevaba hacia el cielo. Sin darse cuenta marchó hacia ella, pero cerca ya se detuvo vacilante. En torno de una hoguera donde ardían hojas y ramas secas se hallaban de pie y fumando algunos pastores y mozos de labranza.

Luego, por todas partes ciñéndolo y adornándolo todo, ramas de palmera, de espino, de abeto, de tomillo, de tuya, de romero, grandes trozos de musgo y un sinnúmero de velitas y candelas amarillas, rojas, blancas y verdes, de cuyas llamas se desprendía un humo tenue y vaporoso, que envolvía el conjunto en una neblina misteriosa y poética...

Una escena de este delicioso sitio y de aquel dulce tiempo está fija en mis ojos y en mi corazón, cada vez que veo amarillear con el último rayo de sol las ramas medio desnudas del bosque de encinas.

Era el mediodía, y todas callaban en lo alto de las ramas, entreteniendo el espíritu en abstractas meditaciones. «¡Fresco y bonito lugar es éste! dijo la pluma erizándose de entusiasmo al verse allí. Aquí quiero pasar toda mi vida, toda, toda, lo repito con seguridad completa de no variar de propósito.

Todos los fuegos de artificio palidecían ante las variedades del fulgor orgánico. Las ramas vivientes del polípero, los ojos de las bestias, hasta el barro sembrado de puntos brillantes, emitían chorros fosfóricos, haces de chispas cuyos resplandores se abrían y cerraban incesantemente.

Palabra del Dia

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