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Actualizado: 23 de junio de 2025


Inmediatamente corrió a dar parte a los amigos de su descubrimiento. Los fardos que llevaban las mulas tenían mantas, y extendiéndolas y sujetándolas por un extremo en la choza de los carabineros y por otro en unas ramas, improvisaron un cobertizo para las caballerías. Puestas en seguridad la carga y las mulas, entraron los tres en la casa de los carabineros y encendieron una hermosa hoguera.

Las afiladas hojas de la fresa silvestre y las entrelazadas ramas de las guayabas, obligaron más de una vez á que se hiciera uso de la cuchilla para dejarnos paso en aquellos estrechos desfiladeros apenas hollados por humana planta.

Fija bien en ella tu vista, cruel anciano. ¿Qué descubres entre las copas de la arboleda? ¡Oh intenso y bárbaro placer! Son los cadáveres de Emila y Jeremías, tostados y desecados por el sol de otoño, con sus cortadas cabezas clavadas en los troncos ó hincadas en las puntas de las ramas.

Estas tienen un no qué indefinible, imposible de expresar. Las raíces de las casuarinas se extienden entre las muertas cenizas, y los raros filamentos que forman sus ramas dan sombra á extensos campos de ruinas. La sombra que proyecta la casuarina, parece encerrar un hálito venenoso.

Dicen que una vez, habiendo caminado a gatas más allá de su corral o cercado de ramas de pino entrelazadas que rodeaban su cuna, se cayó de cabeza por encima del banquillo, en la tierra blanda, y permaneció con las encogidas piernas al aire, por lo menos, cinco minutos, con una gravedad y un estoicismo admirables, levantándolo sin una queja.

Se venía la noche precipitadamente. Los altos olmos recortaban aún con admirable pureza sus ramas en el fondo diáfano de la atmósfera; pero de sus copas caía sobre la carretera una sombra cada vez más espesa. La campiña había perdido el color, extendía en el horizonte sus lomos sombríos donde apenas resaltaban los toques amarillos de alguna heredad plantada de trigo.

No graznaban los loros en las inmediatas espesuras; los monos habían cesado de saltar entre las ramas; pasó mucho tiempo sin que sonase la caída de una hoja o de una corteza de árbol. Hasta la cascada parecía cantar con sordina, cual si estuviesen balbucientes y asustadas las blancas divinidades ocultas en sus linfas.

A unos cuantos pasos de allí, el aspecto del barranco cambia todavía. Aquí el fondo no es más que un pequeño reguero practicado por el agua en arcilla dura, casi rocosa; no sin pena, consigo pasar por el desfiladero asiéndome de algunas ramas que se mecen sobre mi cabeza.

Despues volvía á reinar el silencio, cuando no lo interrumpía por momentos el canto melancólico y gutural de nuestro guia, y, caminando con recogimiento, nos creímos errantes en un mundo enteramente salvaje.... ¡Error! á nuestro lado, por encima de nuestras cabezas, iba tambien de árbol en árbol, escondiéndose bajo las ramas, un compañero, un espíritu invisible, que acaso nos iba diciendo algo al oído sin que pudiésemos percibir su admirable lenguaje ni adivinar su pensamiento. ¿Quién era ese misterioso compañero?

Es probable que si la joven miss hubiera vislumbrado el dormán del capitán al través de las ramas hubiera encontrado de pronto menos atractivos a la sociedad de los tres inválidos, pero las instancias del diplomático no tenían el mismo poder.

Palabra del Dia

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