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Actualizado: 10 de julio de 2025


El tenía la misma profunda arruga en la frente y miraba al techo. ¿Pero por qué?... ¿Qué te ha dado, chico?... Nada, nada. Déjame que voy a descansar. La joven se quedó todavía unos instantes mirándole. Inflamándose de pronto, tiró con rabia las tijeras al suelo y dijo con el acento altivo y desdeñoso que tan bien sabía dar a sus palabras cuando quería: Me alegro.

El cura estaba en la puerta, quiso que le dejara las pruebas y, como yo no le conocía y tenía orden de ver al mismo señor Pepe, ¿está Vd.? no me dio la gana. Mire Vd., señorita, se puso hecho una fiera, y lo que me dio rabia fue que me se rió del uniforme: me llamó mamarracho, y dijo que me fuera a estudiar la dotrina.

Este era hermano de Catalina Terongí, que murió también pertinaz, sin más porque aun aparente, que su propia rabia y furor, pues preguntando yo que en qué creía, o en qué se apartaba de la católica, o en qué consistía ser judía, dijo, que solo sabía que era judía y que lo quería ser.

El padre es padre al fin, y la naturaleza habla diciendo: «¡No firmo; mátame! ¡Eh, viejo cochino!», le contesta Quiroga, y toma la puerta ahogándose de rabia.

El padre marchaba satisfecho, con el garrote bajo el brazo, fingiéndose ajeno a este entusiasmo; pero cuando amainaba el griterío, corría a la cabeza del grupo, olvidando toda prudencia, con la rabia de un comerciante a quien no le dan el género que le corresponde por su dinero. El mismo daba la señal: «¡Viva el Manitas!» Y la ovación reanimábase con fuertes bramidos.

De aquí las exclamaciones de asombro y el gesto de rabia de toda la huerta cuando Pimentó, de campo en campo y barraca en barraca, fué haciendo saber que las tierras de Barret tenían ya arrendatario, un desconocido, y que «él»... «¡élfuese quien fuese estaba allí con toda su familia, instalándose sin reparo... «¡como si aquello fuese suyo

Aprende de . ¿No ves qué sereno estoy? He pasado por todas las crisis de la ira, de la rabia y de la locura... Es que las lecciones me han valido. Bueno; porque eres un santo... Yo no soy santa, ni quiero. ¿Y por qué no habías de serlo también?

Al bajar al patio, María observó que estaban quitando los caballos del de la duquesa. Un lacayo bajó con aire respetuoso el estribo de un coche simón. María entró en él henchido el corazón de impotente rabia. Al día siguiente declaró resueltamente al duque que no continuaría dando lecciones a su hija.

De no ser su hermana, hubiese querido ser su amante. Y al agotarse la lluvia de flores se apartó, para no turbar con su presencia el dolor gimente de los padres. Ante la inutilidad de sus quejas, el antiguo carácter de don Marcelo se había despertado colérico, rugiendo contra el destino. Miró al horizonte, allí donde él se imaginaba que debían estar los enemigos, y cerró los puños con rabia.

Este ruido de invisibles montañas que ruedan por los espacios, chocándose y redondeándose como los guijos que arrastra un río; estas lenguazas de fuego que lamen el cielo y llegan a tocar el mar con sus afiladas puntas; este cielo que se revuelca desesperado; este mar que anhela ser cielo, abandonando su lecho eterno para volar; este hálito que nos arrastra, esta confusión armoniosa, esta música, amigo, y ritmo sublime que lo llena todo, encontrando eco en nuestra alma, me extasían, me cautivan, y con fuerza irresistible me arrastran a confundirme con lo que veo... Esta alteración se repite en mi alma; esta rabia y desesperado anhelo de salir de su centro, propiedad es también de mi alma; este rumor, donde caben todos los rumores de cielo y tierra, ha tiempo que también ensordece mi alma; este delirio es mi delirio, y este afán con que vuelan nubes y olas hacia un punto a que no llegan nunca, es mi propio afán.

Palabra del Dia

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