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Actualizado: 14 de junio de 2025
Prosiguióse esta empresa el año 1683 en el gobierno de D. Fernando de Mendoza Mate de Luna, para la cual fueron señalados los Padres Juan Antonio Solinas, natural de Olinis, en Cerdeña, y Diego Ruiz, valenciano; habían ya agregado algunos indios Ojotades y Taños á una nueva Reducción, con nombre de San Rafael; pero envidioso el común enemigo, y temiendo de aquellos principios nuevos progresos, incitó por medio de sus hechiceros á ciento cincuenta Tobas y á cinco tropas de Mocovíes que quitasen la vida á los Misioneros: vinieron al lugar donde estaban, y hallando sólo al Padre Solinas, por haber ido á Salta por bastimentos el P. Ruiz, le dieron la muerte, y también á otro venerable sacerdote llamado don Pedro Ortiz de Zárate, á 27 de Octubre de aquel mismo año.
»Cerca de mediodía podría ser cuando nos echaron en la barca, dándonos dos barriles de agua y algún bizcocho; y el capitán, movido no sé de qué misericordia, al embarcarse la hermosísima Zoraida, le dio hasta cuarenta escudos de oro, y no consintió que le quitasen sus soldados estos mesmos vestidos que ahora tiene puestos.
Rióse don Quijote y pidió que quitasen otro lienzo, debajo del cual se descubrió la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas; y, en viéndola, dijo don Quijote:
El cura, que vio el peligro que corría su invención de ser descubierta, acudió luego a las barbas y fuese con ellas adonde yacía maese Nicolás, dando aún voces todavía, y de un golpe, llegándole la cabeza a su pecho, se las puso, murmurando sobre él unas palabras, que dijo que era cierto ensalmo apropiado para pegar barbas, como lo verían; y, cuando se las tuvo puestas, se apartó, y quedó el escudero tan bien barbado y tan sano como de antes, de que se admiró don Quijote sobremanera, y rogó al cura que cuando tuviese lugar le enseñase aquel ensalmo; que él entendía que su virtud a más que pegar barbas se debía de estender, pues estaba claro que de donde las barbas se quitasen había de quedar la carne llagada y maltrecha, y que, pues todo lo sanaba, a más que barbas aprovechaba.
Después desto, cuenta la historia que se llegó el día de la batalla aplazada, y, habiendo el duque una y muy muchas veces advertido a su lacayo Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle, ordenó que se quitasen los hierros a las lanzas, diciendo a don Quijote que no permitía la cristiandad, de que él se preciaba, que aquella batalla fuese con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentase con que le daba campo franco en su tierra, puesto que iba contra el decreto del Santo Concilio, que prohíbe los tales desafíos, y no quisiese llevar por todo rigor aquel trance tan fuerte.
No habría güenas mozas que me lo quitasen; sería mío; pasaríamos nesesiá; pero los domingos, muy apañaos, nos iríamos a una venta a merendar. Aemás, ¡los sustos que paso con los marditos toros! ¡Esto no es viví!
Tanto que, dando al traste con todas sus ambiciones y temores, se resolvió a salir de aquel miserable estado haciéndola suya. Tomada esta resolución, descansó como si le quitasen un gran peso de encima, y logró dormir tranquilamente.
Luego confortó en el alma con un fervorosísimo razonamiento á sus neófitos, y les exhortó á ofrecer su vida á aquel Señor que por el bien de las nuestras dió la suya; porque el demonio, que llevaba muy mal tantas pérdidas, sin haberlas podido remediar, había hecho el último esfuerzo con los Cozocas para que le quitasen la vida; lo mismo deseaba el santo Misionero; y hablando con sus cristianos, sólo sentía que la rabia del enemigo infernal y de sus secuaces no tuviesen permisión para matarlo.
Pero esto mismo le animaba y le hacía ser más tenaz en sus propósitos. Al fin, ¿qué había perdido? Igual estaba ahora que antes de entrar en el negocio. Lo que había ganado en la Bolsa justo era que en la Bolsa se perdiese. Además, que le quitasen lo mucho que se había divertido gastando el dinero a manos llenas.... ¡Adelante! El buen carretero vuelca muchas veces en un bache insignificante.
La pobre madre, al mirarlas, temblaba toda, sintiéndose herida en lo más delicado y sensible de su íntimo ser. ¡Extraña alianza de las cosas! ¡Cómo lloraban aquellos pedazos de barro! ¡Llenos parecían de una aflicción intensa, y tan doloridos, que su vista sola producía tanta amargura como el espectáculo de la misma criatura moribunda, cuando miraba con suplicantes ojos á sus padres y les pedía que le quitasen aquel horrible dolor de su frente abrasada!
Palabra del Dia
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