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Actualizado: 10 de junio de 2025
No; en los tuyos no será porque no me quieres como yo te quiero.... Ya lo verás. Ya lo veremos. El amor y la dicha de ser amada embellecían a la joven. Nunca más hermosa. Su pálido rostro tomó suaves tintas de rosa; sus labios, antes descoloridos, se encendieron, y sus negros y brillantes ojos fulguraban, húmedos y alegres. Ella, siempre tan modesta y enemiga de galas, se tornó presumidilla.
Por San Juan dejó de trabajar. Una noche fue a pedir dinero a su hermana, y como esta no quisiese dárselo, se enfureció, trabáronse de palabras, asustose ella, renegaron uno de otro, él le dijo algún vocablo malsonante, lloró Isidora, intervino con más celo que autoridad don José, y, por fin, el chico salió de la casa gruñendo así: «No me quieres dar nada. Pues me lo dará Gaitica...».
De manera que, ya lo sabes, si las tienes, quémalas; si las has leído, no vuelvas a leerlas. ¿No es cierto que así lo harás? Sí, porque me quieres mucho. «Cuando recibas esta carta ya estarás en Santa Clara. Cuidado te enamores de Gabrielita. Es muy hermosa, y muy simpática, y muy inteligente, y muy buena, y además rica; pero no te querrá tanto como yo.
Ya en otra escena anterior se presenta el Rey, perseguido por apariciones, y en el instante en que pasa delante de la capilla de Santo Domingo, se le presenta un fantasma. .............¿Qué veo? Sombra ó fantasma, ¿qué quieres? Viene ya el día, Y detenerme no puedo. Siéntate, que eso es temor. Por desmentirte me siento. Ya estoy sentado; prosigue. ¿Conócesme?
El marqués le miró sorprendido de la poca importancia que daba a aquella preciosa misiva. ¿Quieres que te la lea? Si no es muy larga.... Manolo la desdobló con el mismo cuidado y respeto que si fuese un autógrafo de Santa Teresa de Jesús y leyó con voz conmovida: "Mi queridísimo Manolo: Hazme el favor de mandarme por el dador dos mil pesetas que necesito con urgencia.
Continúa después otro párrafo, también muy hermoso, todo lleno de respuestas de esta, clase, con unos ejemplos y unas comparaciones admirables por lo oportunas y la mucha erudición que revelan, y concluyo diciendo: ¿Quieres ¡oh, mi villa natal infortunada! romper tus cadenas, y ser grande y rica y bella?
Dios te oiga... Se me arranca el alma de verte penando... con un hombre que no quieres... ¡qué traspaso! Chavala querida, muérete, y vente conmigo. Verás qué bien vamos a estar las dos allá. ¡Porque te quiero tanto...! Dame un abrazo, hija, y muérete conmigo. No lo digas mucho balbució Fortunata conmovidísima, acariciando a su amiga . Bien podría ser que me muriera pronto.
Juego; ¿qué quieres que haga? Necesito defenderme, ganar mi vida, ¿y de qué otro modo puede ganarla una mujer como yo?... Sé lo que vas á decirme: que he perdido mucho.
He tenido que resignarme a elegir, aceptar los únicos placeres de que este mundo dispone...; después de haber soñado con amores extraordinarios, he tenido que contentarme con un vulgar..., pero, no hay otros, porque hay que responder a nuestro destino, y el destino de una mujer es amar y ser amada... ¡Esto es todo, querida! ¿Qué quieres?
El señor Aubry no insistió, y hasta simuló no apercibirse de nada, inquieto por la impresión que sus palabras habían causado en el alma de su hijo adoptivo, y temeroso de haberse avanzado demasiado. Dejó de caminar, y dijo con aire indiferente, tirando su cigarro: ¿No encuentras que hace un poco de fresco bajo estos árboles? Voy a ponerme el sobretodo para ir al Casino. ¿Quieres venir conmigo?
Palabra del Dia
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