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Pero el aguijón que inquietó al bruto, haciéndole morder y cocear, quedó escondido en el misterio. ¿Fue el degüello cosa resuelta y ordenada en círculos oscuros, ávidos de maldad y escándalo? También es difícil asegurar esto, que por su enormidad se resiste a la razón humana.

Para esto hubo de adoptar postura violenta, haciendo almohada de sus brazos, cruzados sobre el respaldo, y al dormirse se le quedó colgando la cabeza, de lo que le sobrevino un tremendo tortícolis a la mañana siguiente. Al amanecer de Dios, vencida del cansancio Doña Paca, se quedó dormidita en un sillón. Hablaba en sueños, y su cuerpo se sacudía de rato en rato con estremecimientos nerviosos.

Y yo que deseaba ir a todo. Va a predicar un padre nuevo. Dicen que lo hace muy bien. «Las siete palabras» van a estar magníficas. En la casa de Castro Pérez están ensayando el «Stabat Mater». «Pero a nada de eso iré yo. El pobre de Andrés viene todas las noches, luego que cierra su tienda, y dos veces se quedó acá para acompañarme.

Venía un nabo aventurero a vueltas, y dijo el maestro: "¿Nabos hay? No hay para perdiz que se le iguale; coman, que me huelgo de verlos comer." Repartió a cada uno tan poco carnero, que en lo que se les pegó a las uñas y se les quedó entre los dientes pienso que se consumió todo, dejando descomulgadas las tripas de participantes.

Volviose ésta un poco sin despertar, y su cabeza quedó envuelta en sombra.

Luego que pasó á mejor vida Enrique IV dejando tan postrados los reinos de Castilla i Leon i reducidos á tanta pobreza, quedó en el trono su hermana doña Isabel no obstante la pretension de doña Juana la Beltraneja, hija que era, ó que se decia, del difunto monarca i esposa del rei de Portugal que con poderoso ejército intentó sustentar en campaña los derechos que se atribuia para la gobernacion de estas tierras.

Después de larga pausa, el maestro carpintero, con la mayor tranquilidad, como quien no dice nada, soltó la siguiente bomba: De modo, hijo, que por ahora y en mucho tiempo tampoco, no cuentes con las diez mil pesetas de que hemos hablado. Frasquito se puso pálido como un muerto. Quedó paralizado un momento y apenas pudo balbucir: ¡Cómo! ¿Ahora salimos con eso?

A la verdad, señor, que si para justificar vuestro desprecio por nuestro afecto no tenéis más motivos que ese recuerdo de vuestra juventud... ¡Oh, tengo otros! dijo el señor de Lerne. Pronunció esas palabras con un tono tan singular que Juana lo miró, y sorprendida quedó de la expresión casi dolorosa que repentinamente había contraído su frente y sus labios.

Señores, vamos a ver el Panteón de los Reyes murmuró muy quedo el arqueólogo, que iba ya preparando sendos trocitos de su Vetusta Goda y de su Vetusta Cristiana.

Vagaba á la sombra de los árboles, resbalando sobre el fresco césped, cuando vió que se acercaba una pastora, guiando dos docenas de ovejas con alguno que otro cordero, y un perro que le servía de custodia y compañía. La pastora se ocupaba, andando, en tejer una corona de flores que traía en la falda, y era tanta su hermosura, donaire y elegancia, que la pluma se quedó absorta.