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Actualizado: 21 de agosto de 2024


Ve, amigo, y guíete otra mejor ventura que la mía, y vuélvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas.

Mi pluma, Albano, con amor escribe lo que le dicta un cuerdo desengaño, seguro en , pues la esperanza vive. El dia con rigor se ha vuelto un año, imaginando que tu ausencia ha sido viviente sentimiento de mi daño. Quedo ignorando el tiempo que he vivido sin tu alegre i dichosa compañía, juzgándole mi alma por perdido.

Quedó sorprendida al verme y se apagó súbitamente la sonrisa que contraía sus labios. Sin duda por aquella puerta no entraban las visitas, y sólo las mandaderas del convento o alguno de sus dependientes. Y vino la pregunta consabida. ¿Qué se le ofrecía a usted? ¿Se puede ver a don Sabino? Tuve que repetirlo otra vez.

Aquel vacío estaba colmado por su dolor. Mientras estaba ocupado en tejer, gemía con frecuencia, muy quedo, como un alma en pena: era seña de que su pensamiento había vuelto al abismo abrupto, a las horas inertes de la noche.

No . ¿Quién podría saber lo que hacía en las largas temporadas que estaba ausente? Ha dicho usted que desde hace poco la trataba mejor. ¿Cuánto tiempo hace de eso? Tres o cuatro meses. ¿Cómo notó usted ese cambio? Vino a buscarla después de una ausencia muy larga, cuando yo creía que no iba a volver nunca. ¿Venía de Zurich? Creo que de Zurich. ¿Se quedó mucho tiempo?

De pronto, mujer, paisaje y fuente, se deshicieron como humo ingrávido, el espacio quedó vacío, y en la atmósfera desierta, pero alumbrada por un sol invisible, sonaron muchos ruidos diferentes que juntos simulaban un coro de mujeres burlonas.

Pasaron unos instantes y, disminuida ya la confusión, se fijó en un hombre que quedó en medio del andén, solo, mirando desorientado a todas partes, sin soltar una cesta y un saco de alfombra que llevaba en las manos, dudosamente limpias.

Viendo que la Pepa no dijera nada, Peñálvez se atrevió a hablarle y le dijo muy quedo, con su voz más tierna e insinuante: Pepa, ¿no me conoces ya?... Pepa seguía silbando como si no le oyese... Pepa, soy Peñálvez, el escribiente de la policía y amigo de don Lucas. ¿No te acuerdas de cuando iba a visitarlo? Pepa continuaba sin responder...

Al mismo tiempo, otro monstruo del aire descendió con toda confianza al verle con las manos sujetas, y quedó flotando cerca de sus ojos.

Me voy corriendo, aunque me caiga. Con esto desapareció. ¡Jesús! dijo la marquesa . Rafael me marea; parece hecho de rabos de lagartijas. Se mueve tanto, gesticula tanto, charla tan sin cesar y tan deprisa, que me quedo en ayunas de la mitad de las cosas que dice. Poco pierdes dijo el general.

Palabra del Dia

prioral

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