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Actualizado: 20 de julio de 2025
De un salto me puse en pie. ¡Oh! ¡Haces mal, Marta! exclamé. No me dejaré despedir así. No estoy enferma y tampoco soy tan tonta para no ver que te estás consumiendo y que, cada día, encierras en ti nuevos pesares. Si no tienes ninguna confianza en mí, acabaré por creer que nada quieres tener de común conmigo, y que todo ha concluido entre nosotras. Ella juntó las manos mirándome con sorpresa.
El sentimiento de la paternidad está en mí tan arraigado, tan hondo, que antes perdería la mitra que abandonar a mis hijos. Ya recuerdas cómo me puse cuando murió el padre de Juanito, que pasaba por mi sobrino. Creí morir. ¡Un hombrón tan hermoso y con un porvenir tan brillante! Yo le hubiese hecho magistrado, presidente del Supremo, ministro, ¡qué sé yo!
Era aquello un reflejo de las ideas comunes, el pensar general modificado y adulterado por mi cerebro enfermo. ¡Ay, qué malo me puse! Te digo que cuando inventé aquel sistema filosófico tan ridículo, estaba en el periodo peorcito. No me quiero acordar.
Ocurrióme un dia la idea de entrar en una mezquita, donde no habia mas que un iman viejo y una santurrona moza muy bonita, que rezaba sus padre-nuestros: tenia descubiertos los pechos, y entre las dos tetas un ramillete muy hermoso de tulipas, rosas, anémonas, ranúnculos, jacintos y aurículas. Cayósele el ramillete, y yo le cogí, y se le puse con tanta cortesía como respeto.
Indudablemente pasaba algo grave en aquella vecindad. Un tanto preocupado con esta idea, puse toda mi atención en la casuca con el objeto de adquirir la verdad.
Fue a verle una tarde Villalonga, y lo primero que le dijo Feijoo, mientras se dejaba abrazar por él, fue esto: «Pero, hombre, ¿será usted tan malo que no le dé la canonjía a mi recomendado?». Por Dios, querido patriarca, tengamos paciencia... Haré lo que pueda. Le puse una carta muy expresiva a Cárdenas mandándole la nota. Pero considere usted que es un arco de iglesia. ¡Canonjía!
Pero yo quería vengarme del cura de aquí, y al día siguiente, cuando estaba sirviendo la comunión, me puse con los demás, y me la tuvo que dar él mismo. El ya debía de comprender que yo tenía mi absolución en el bolsillo; pero, ¡si viera usted qué cara me puso!... ¡Bravo, Antoniño! Y, ¿sigues leyendo El Sol? Sí, señor. Pues dentro de unos días leerás en él tu historia.
»Una mañana, en efecto, me hizo llamar a su habitación; me puse a sus órdenes, sin saber de lo que se trataba; mi corazón latía con violencia, mis piernas temblaban y tuve necesidad de detenerme algunos instantes antes de entrar en su gabinete, para disimular mi emoción. Mi tío estaba sentado cerca de una mesa y leía; al verme, dejó sus anteojos y su libro.
13 Mas el príncipe del reino de Persia se puso contra mí veintiún días; y he aquí, Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y yo quedé allí con los reyes de Persia. 15 y estando hablando conmigo semejantes palabras, puse mis ojos en tierra, y enmudecí. 16 Y he aquí, como una semejanza de hijo de hombre tocó mis labios.
Por lo menos, es lo que yo supongo. En cierta ocasión lo puse en guardia contra él añadió, pero fue debido a lo que me dijo Dawson, que no eran sino mentiras. Ya he jurado proceder con vuestra Orden como lo hizo Burton Blair.
Palabra del Dia
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