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Actualizado: 20 de julio de 2025
Obedeció la señorita, y durante una hora, hasta las once, estuvo tocando cuanto sabía que era del agrado de su padre. Me puse a leer los periódicos; pero ni oía yo la música ni me enteraba yo de las noticias. Mi pensamiento, y mi alma estaban en otra parte. Me sentía yo satisfecho de mí.
¡Mucho! respondí, aunque en mi vida le había oído nombrar. ¡Qué lástima de chico! Oyendo esta exclamación supuse que se había muerto, y puse la cara triste. La conversación no impedía beber de firme a los amigos del conde... Dejaron, al fin, los toros y comenzaron a bromear con las chicas.
En los periódicos de entonces puse algunas anacreónticas; pero no con mi nombre. Anacreónticas; siga usted; vamos a lo gordo. Cuando los franceses, escribí un folletito que no llegó a publicarse... ¡como ellos mandaban! Folletito que no llegó a publicarse. He hecho una oda al Huracán, y una silva a Filis. Huracán, Filis.
Me puse al cinto la pistola, dije adiós a mi casita, y a mis libros, mis buenos amigos, mis cariñosos compañeros, y me dirigí a la calle. Mientras el mozo arreglaba la silla y ataba a la grupa la manga y el joronguillo, salió mi tía Pepa, y tras ella señora Juana. Vamos, hijo mío, ¿no me dices adiós? ¿Te olvidas de mí? ¡No, señora, cómo! ¿Cuándo vendrás? No sé. Acaso dentro de ocho o quince días.
Sí, sí por cierto; yo la había dado una cita. ¿Y esperábais?... No esperaba; pero á todo trance, y por no esperar yo mismo á las puertas del alcázar, para no dar que pensar, puse un hombre de mi confianza, y esperé más lejos.
Detúvose de pronto, y careándose con Julián, le preguntó: ¿No le parece a usted como a mí que este casamiento tenía que salir mal? Mi hermana Rita ya era casi novia del primo cuando él me pidió.... Sin culpa mía, quedamos reñidas Rita y yo desde entonces.... No sé cómo fue aquello; bien sabe Dios que no puse nada de mi parte para que Pedro se fijase en mí.
Ahora dime la buenaventura exclamó el ladrón, tendiéndome la mano. Me puse á cavilar. Si muero para esa fecha, quedarás libre. ¡Muchas gracias! Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo. Quedamos en lo dicho: fuí conducido á la cueva, donde me encerraron, y Parrón montó en su yegua y tomó el tole por aquellos breñales... ¡Todo lo contrario, mi General!
Nadie lo diría al ver el trozo de piel que me ha vendido. ¡Qué horas tan desagradables me ha hecho pasar el muy burro!... Los mozos de cordel que veis por las esquinas son petimetres al lado suyo. Pero, gracias al cielo, ya me veo libre de él. El día en que le pagué sus servicios y lo puse de patitas en la calle, se me quitó de encima un peso inmenso. Se llama Romagné, ¡bonito nombre!
Yo soy carpintero le había dicho presentándose . ¿Y usted, compañero... trabaja en las iglesias? Empleaba este eufemismo para que el sacerdote no pudiese sospechar en él intenciones ofensivas. Los dos se habían estrechado la mano. Yo no estoy por la calotte continuó, dirigiéndose á Desnoyers . Hace tiempo que me puse mal con Dios.
Y con intrepidez esperó al monstruo cuyos cuernos estaban tintos en sangre, y lo abatió a sus pies... El espanto se había apoderado de mí, puse las manos en la balaustrada del palco, tanto temía por él; porque me parece que si él hubiese sido herido, yo habría muerto. Entonces él se apoderó de mi mano, ¡oh!, bien a mi pesar, madre mía... y la besó, sí... Sus ojos se cerraron.
Palabra del Dia
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