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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Apenas me vi libre del viejo Alain, que es de genio un poco noticiero, me puse á escribir el relato de este importante día, interrumpiéndome por intervalos para escuchar el murmullo bastante dulce del pequeño río que corre bajo mis ventanas, y el grito del tradicional mochuelo, que celebra en sus vecinos bosques sus tristes amores. 1.º de julio.
El cura estaba ya muy viejo, no le faltarían los achaques de la edad, y nada más justo que Angelina estuviese a su lado. Tiré la pluma, crucé los brazos sobre la mesa, y me puse a pensar, desalentado y triste, en la partida de la joven. Por fortuna llegó Castro Pérez, y fué preciso ponerse a trabajar.
Lleguéme al mayor de mis amos, y, a mi parecer, con mucha crianza, se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leía.
¡Al Hotel del Comercio! dijimos nosotros entonces con absoluta confianza, penetrando en el ómnibus de aquella advocación. Y partimos. Pero ¿qué importaba, si el honor de Salamanca se había salvado? Dice un refrán novísimo: Haz lo que debas, aunque debas lo que hagas. Y me puse con él al habla, previa donación, que le hice, de un cigarro puro.
Seguì rio arriba, haciendo las mismas diligencias que el dia de ayer, hasta que llegué una isla de sauces, donde me habia acampado el año pasado: allì hice noche. Este dia al amanecer me puse la vela para bordo del bergantin, con el cuidado de si llegasen indios.
Después me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no; hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio, al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde.
12 Pero sucedió, que cuando vinieron los judíos que habitaban entre ellos, nos dieron aviso diez veces de todos los lugares de donde volvían a nosotros. 13 Entonces puse por los bajos del lugar, detrás del muro, en las alturas de los peñascos, puse el pueblo por familias con sus espadas, con sus lanzas, y con sus arcos.
Lo inauguré yo con la princesa Flavia y con ella bailé también después, seguidos ambos por las miradas y los comentarios de la brillante concurrencia. Llegó la hora de la cena y en medio de ella me puse en pie, enloquecido por las miradas de mi prima, y quitándome el collar de la Rosa de Oro se lo puse al cuello.
Rostand le recibe, y sus grandes ojos, pensativos y dulces, reflejan melancolía profunda. No puede usted ver á Edmundo dice; Edmundo está enfermo. El insigne comediante explica su deseo, ruega, se exalta, llega á la cólera, y al fin, consigue su propósito. Rostand se muestra abatido, y le estrecha las manos fríamente. Mi obra, en efecto declara, está terminada. Puse en ella toda mi alma.
Caí gravemente enfermo de la fiebre amarilla, que entonces asolaba a Andalucía, y cuando me puse bueno me llevó como en procesión a oír misa a la Catedral vieja, por cuyo pavimento me hizo andar de rodillas más de una hora, y en el mismo retablo en que la oímos puso, en calidad de ex-voto, un niño de cera que yo creí mi perfecto retrato.
Palabra del Dia
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