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Actualizado: 29 de junio de 2025
Los bandidos sintieron moverse algo dentro de su pecho, pues se miraron unos á otros...; y viendo que todos estaban pensando la misma cosa, uno de ellos se atrevió á decirla... ¿Qué dijo? preguntó el Capitán general, profundamente afectado por aquel relato. Dijo: «Caballeros, lo que vamos á hacer no lo sabrá nunca Parrón...» Nunca..., nunca... tartamudearon los bandidos.
Parrón se echó la escopeta á la cara y descargó los dos tiros contra el segador, que cayó redondo al suelo. ¡Maldito seas! fué lo único que pronunció. Una de las balas, después de herir al segador, había dado en la cuerda que me ligaba al tronco y la había roto. Yo disimulé que estaba libre, y esperé una ocasión para escaparme.
Protegido por sus sombras salí á todo escape, y, á la luz de las estrellas, divisé mi borrico, que comía allí tranquilamente, atado á una encina. Montéme en él, y no he parado hasta llegar aquí... Por consiguiente, señor, déme V. los mil reales, y yo daré las señas de Parrón, el cual se ha quedado con mis tres duros y medio.
¡Parrón! ¡Parrón está preso! ¡Un miguelete era Parrón...! gritaron muchas voces. Pero ¿á quién se le hubiera ocurrido buscar al capitán de ladrones entre los migueletes que iban á prenderlo? ¡Necio de mí! Á la semana siguiente ahorcaron á Parrón. Cumplióse, pues, literalmente la buenaventura del gitano... POR DO
Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban á aquel hombre, que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con mayor fuerza, abrumándolo á preguntas, reconvenciones y dicterios, que no le arrancaron contestación alguna. ¡Llevadme á la Capitanía general! ¿Cómo Parrón?... ¿Qué dice este hombre? Venid y veréis.
Pues ¿qué es Parrón, más que un hombre? repuso Manuel con altanería. ¡Á la formación! gritaron en este acto varias voces. Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal. En tal momento acertó á pasar por allí el gitano Heredia, el cual se paró, como todos, á ver aquella lucidísima tropa.
Oir esto y caerme de espaldas, todo fué una misma cosa. El bandido se echó á reir. El Conde del Montijo no pudo contener la risa... Luego preguntó: Y ¿qué respondió Parrón á todo eso? ¿Qué hizo? Lo mismo que su merced; reirse á todo trapo. ¿Y tú? Yo, señorico, me reía también; pero me corrían por las patillas lagrimones como naranjas. Continúa.
¡Extraño es, á fe mía, pues él llega siempre antes que nadie cuando se trata de salir en busca de Parrón, á quien odia con sus cinco sentidos! Pues ¿no sabéis lo que pasa? dijo un tercer miguelete, tomando parte en la conversación. ¡Hola! Es nuestro nuevo camarada... ¿Cómo te va en nuestro Cuerpo? ¡Perfectamente! respondió el interrogado. Conque ¿decías?... replicó el primero. ¡Ah! ¡Sí!
El interés y emoción del público eran extraordinarios, y no menos la solemnidad con que los migueletes se despedían de sus familias y amigos para marchar á tan importante empresa. ¡Tal espanto había llegado á infundir Parrón á todo el antiguo reino granadino!
Parrón vive, y aquí entra lo más negro de la presente historia. Pasaron ocho días sin que el capitán volviese á verme. Según pude entender, no había parecido por allí desde la tarde que le hice la buenaventura; cosa que nada tenía de raro, á lo que me contó uno de mis guardianes. Ello es que nosotros no sabemos nada de lo que hace durante sus largas ausencias.
Palabra del Dia
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