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Actualizado: 29 de junio de 2025
Entretanto decía Parrón á los suyos, señalando al segador: Ahora podéis robarlo. Conque basta ya de sermón y enterrad ese cadáver para que no apeste. Mientras los ladrones hacían el hoyo y Parrón se sentaba á merendar dándome la espalda, me alejé poco á poco del árbol y me descolgué al barranco próximo... Ya era de noche.
Pero excuso decir que nunca faltaban á mi lado un par de centinelas. Una tarde, á eso de las seis, los ladrones que habían salido de servicio aquel día á las órdenes del segundo de Parrón, regresaron al campamento, llevando consigo, maniatado como pintan á nuestro Padre Jesús Nazareno, á un pobre segador de cuarenta á cincuenta años, cuyas lamentaciones partían el alma. ¡Dadme mis veinte duros!
Pero ¿cómo es que está en Granada? ¿No íbamos á buscarlo á la Sierra de Loja? Manuel dejó de silbar, y dijo con su acostumbrada indiferencia: Una vieja que presenció el delito dice que, luego que mató á López, ofreció que, si íbamos á buscarlo, tendríamos el gusto de verlo... ¡Camarada! ¡Disfrutas de una calma asombrosa! ¡Hablas de Parrón con un desprecio!...
El segador lo abrazó repetidas veces y se alejó lleno de júbilo. El pobre hombre se apresuró á volver pies atrás. ¿Qué manda V.? le preguntó, deseando ser útil al que había devuelto la felicidad á su familia. ¿Conoce V. á Parrón? le preguntó él mismo. No lo conozco. ¡Te equivocas! El segador se quedó estupefacto.
Media hora había transcurrido, empleada por los ladrones en jurarse unos á otros no decir nunca á su capitán que habían perdonado la vida á un hombre, cuando de pronto apareció Parrón, trayendo al segador en la grupa de su yegua. Los bandidos retrocedieron espantados.
EL gitano se volvió á reir, y dijo: Y ¿no sabe su merced que lo que no puede hacer un gitano no hay quien lo haga sobre la tierra? ¿Conoce nadie cuándo es verdad nuestra risa ó nuestro llanto? ¿Tiene su merced noticia de alguna zorra que sepa tantas picardías como nosotros? Repito, mi General, que, no sólo he visto á Parrón, sino que he hablado con él. ¿Dónde? En el camino de Tózar.
No, señor. Entonces... Pero ya lo conozco. ¡Cómo! Es muy sencillo. ¿Estás seguro de que lo has visto? exclamó el Capitán general con un interés que se sobrepuso á sus dudas. El gitano se echó á reir, y respondió: ¡Es claro! Su merced dirá: este gitano es como todos, y quiere engañarme. ¡No me perdone Dios si miento! Ayer vi á Parrón.
Ahora dime la buenaventura exclamó el ladrón, tendiéndome la mano. Me puse á cavilar. Si muero para esa fecha, quedarás libre. ¡Muchas gracias! Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo. Quedamos en lo dicho: fuí conducido á la cueva, donde me encerraron, y Parrón montó en su yegua y tomó el tole por aquellos breñales... ¡Todo lo contrario, mi General!
Parrón se apeó muy despacio, descolgó su escopeta de dos cañones, y, apuntando á sus camaradas, dijo: ¡Imbéciles! ¡Infames! ¡No sé cómo no os mato á todos! ¡Pronto! Entregad á este hombre los duros que le habéis robado! Los ladrones sacaron los veinte duros y se los dieron al segador, el cual se arrojó á los pies de aquel personaje que dominaba á los bandoleros y que tan buen corazón tenía...
Una carcajada de burla contestó á las quejas del pobre padre. ¡Estás en poder de Parrón! Parrón... ¡No le conozco!... Nunca lo he oído nombrar... ¡Vengo de muy lejos! Yo soy de Alicante, y he estado segando en Sevilla. Tienes cuatro minutos. Voy á aprovecharlos... ¡Oídme, por compasión!... Habla.
Palabra del Dia
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