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Encendió la criada la lámpara de velar, con su bombillo de ópalo: salió de puntillas: cerró la puerta con mucho cuidado. Y en cuanto estuvo cerrada la puerta, relucieron dos ojitos en el borde de la sábana: se alzó de repente la cubierta rubia: de rodillas en la cama, le dio toda la luz a la lámpara de velar: y se echó sobre el juguete que puso a los pies, sobre la muñeca negra.

»He hecho cerrar todos los postigos de su aposento, y a la débil luz de la lamparilla he visto cómo su tez recobraba poco a poco el color de la vida y su respiración, ya tranquila, levantaba su pecho a intervalos iguales. Entonces he besado su frente, húmeda y enardecida, y he salido de puntillas, procurando no hacer ruido. »A su lado quedan Antonia y la señora Braun.

Malo era que su hija se perdiese y malo también que, tratando con señores, en vez de traer dinero a casa, se empeñase, y tuviese que pasarse las noches haciendo pitillos de encargo para poder comer. ¡Y mucho de flores! ¡Y mucho de chambras con puntillas! ¡Qué necesidad!

Cuando arrastrada por mi curiosidad me acerqué cuanto pude de puntillas, conocí... que la mujer era la reina, que el hombre era don Rodrigo Calderón. ¡Y hablaban de amores! Al principio... es decir, cuando yo llegué, no; conspiraban. ¡Que conspiraban! Contra mi padre. ¡Ah! exclamó la duquesa.

Aquí la mesa, junto a la ventana dijo Feli . escribirás de espaldas a la cocina, y yo vendré de puntillas, poquito a poco, y... ¡zas! te daré el gran susto, cuando menos lo esperes, echándote los brazos al cuello, besándote... así, así.

La alegre embriaguez de Maltrana hacíale contemplar a Feli con ojos amorosos. ¡Qué hermosa la veía en el desorden del sueño, con el pelo alborotado y las mejillas sonrosadas, mostrando su pecho de suave palidez de camelia por entre las modestas puntillas de la camisa, cruzando tras la cabeza el marfil de sus redondos brazos! Era la musa de la juventud.

Eran los sobrantes de la elegancia, los desperdicios del capricho femenil: abalorios que ya no se usaban en los vestidos, guirnaldas de flores para los sombreros, blondas y puntillas amarillentas, envejecido todo ello por la moda antes de ser aprovechado.

¡Ay, Angelina! exclamé poniéndome en pie. ¡Es preciso que esto tenga término!... La joven comprendió al punto lo que iba yo a decirle, y se puso trémula, asustada, roja como una amapola. Me acerqué de puntillas, y apoyado en el respaldar del sillón, me incliné, y en voz baja le dije al oído: Angelina: ¡la amo a usted! ¡Me muero de amor!...

Debo decir a ustedes, señores, que, al encontrarme con que el gran tacaño de mi suegro no quería pagar ni siquiera el arreglo de la casa, yo había dicho que el mobiliario estaba completo y había encargado en seguida lo indispensable a Berlín y a Königsberg. Naturalmente, me había olvidado de la cama. ¿Qué prefieres? insiste ella; seda rosa cubierta de tul ilusión o seda adornada con puntillas?

Se vivía medio a obscuras, se hablaba bajo y se andaba de puntillas. El rechinar de una puerta parecía un gemido mal disimulado; cada mueble un ataúd; cada lienzo un sudario. »Me había aislado de todas mis amistades: sólo se abrían mis puertas al desconsolado Ángel, al médico y a Guzmán..., que continuaba padeciendo el martirio de no poder contemplar a Luz sino de lejos y escondido de ella.