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Actualizado: 6 de julio de 2025
Este gesto hirió a la solterona, que se apresuró a decir con aguda sonrisa: Pues precisamente porque a tí te importa es por lo que temo decírtelo. No entiendo... María Josefa se inclinó hacia ella y le dijo: Porque dicen que el padre de la criatura es Luis. Como ya antes había sentido la puñalada, Fernanda quedó impasible y preguntó con indiferencia: ¿Qué Luis? El conde, muchacha.
Después de esta reticencia, que por lo terminante parecía hija de una convicción profunda, siguió contemplando y admirando su belleza. Estaba orgullosa de sus ojos negros, tan bonitos que, según dictamen de ella misma, le daban la puñalada al Espiritui Santo.
Manuel Antonio se mostró jovial y decidor, trató de alegrarla cuanto pudo, atrayendo de nuevo la sangre a aquel corazón ulcerado para que la puñalada fuese más dolorosa. Pidió chocolate, lo tomaron jaraneando lindamente: Amalia llegó a olvidarse de sus preocupaciones. Y cuándo más olvidada estaba ¡zas! la bomba.
El gesto de inocente sorpresa que hizo al verlas a pie, confundidas entre la cursilería dominguera, fue una verdadera puñalada para las tres mujeres. Todo hería su susceptibilidad. Roberto del Campo, que iba con algunos amigos, las saludó con la más seductora de sus sonrisas; pero ellas creyeron distinguir en sus labios una irónica expresión.
Ese hombre profirió Pablito sordamente debe de ser un novio que tenía Valentina hace algún tiempo... ¿Qué trataría de hacer? Pues si era el novio, como no fuese para darte una puñalada, no sé a qué había de subir. Pablito echó el brazo por encima del hombro a su amigo, no para sostenerse, aunque las corvas un poco se le doblaban, sino para decirle con voz apagada: ¿Crees eso?
Parece que uno de los parodiadores de Cristo empujó maliciosamente a otro compañero, que no tenía aguachirle en las venas y que, olvidando la mansedumbre a que lo comprometía su papel, sacó a relucir la navaja. Los demás penitentes tomaron cartas en el juego y anduvieron a mojicón cerrado y puñalada limpia, hasta que apareciéndose el alcalde, dijo: ¡A la cárcel todo Cristo!
En aquel momento, podemos asegurarlo, Coletilla habría quedado muy satisfecho si Fernando hubiera cogido en su cobarde mano la espada augusta de sus mayores, atravesándole con ella. Pero Fernando no hizo tal cosa. Coletilla sintió todo el menosprecio de su amo, y aquel puntapié moral le lastimó más que una puñalada.
Caminaron buen trecho en silencio. Al cabo Velázquez, con voz más débil, prosiguió: Borra de tu memoria cuanto malo te haya hecho hasta ahora. Quiero ser otro hombre para ti, y si en la vida vuelvo á hacerte una perrada, mala puñalada me den rejoneá.
La sangre se agolpó con furia a su rostro, y emprendió de nuevo la marcha, vacilante, hacia casa. Como estaba tan desprevenido, aquel desprecio fué una puñalada que le llegó a lo más vivo. Llegó a casa en un estado de agitación deplorable. Aunque se sentó a la mesa, haciendo esfuerzos por calmarse, el estómago, repentinamente turbado, no quería admitir los alimentos.
El asunto no es puñalada de pícaro: da tiempo para discurrir, para andar y para ver... y ¡qué demonio, hombre! exclamó de pronto con inusitada vehemencia , puesto que hablamos ya en serio, y para que vea que no fantaseo yo en lo que afirmo, válgale este ejemplo que ahora se me viene a la memoria: ¿quiere usted belleza y ternura y bondad y delicadezas de sentimiento, y cuanto se pueda pedir, menos la cultura refinada de los salones, en una sola pieza, en una mujer modelo, aun para un hombre como usted?
Palabra del Dia
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