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Actualizado: 6 de julio de 2025


Eso que no tienes y buscas, lo tengo yo: tengo fe, tengo fe en mi hijo. Sin esa fe no podría vivir. Estoy seguro, Serafina; mi hijo... es mi hijo. ¡Oh, ! ¡Dios mío! ¡Es mi hijo!... Pero... ¡como puñalada, es buena! Si me lo dijera otro... ni lo creería, ni lo sentiría.

Pues bueno: con este desencanto y todo, que me dolió como una puñalada en el corazón, no sentí esas sublevaciones de la «dignidad ofendida», que tanto juegan en las pasiones de teatro.

¿Cómo Delaberge no había pensado antes en esto? Y se sintió invadido por una tierna lástima al pensar en que semejante revelación sería sin duda una terrible puñalada para aquel joven de corazón tan noble y tan lleno de filial amor... Por la primera vez comprendió cómo pesan más tarde sobre nuestros destinos aquellas antiguas faltas que creíamos leves y sin ninguna trascendencia.

¿Qué había hecho yo para merecer semejante ultraje? ¡Ah! ¡si ella supiese lo que cuesta verse abandonado, buscar lo que se amaba y no volverlo a encontrar! ¡Cuán agradecido le estaría si con una puñalada por detrás ese cobarde asesinato no tendría nada de temerario para la mano de una mujer se hubiera dignado evitarme los tormentos que me devoran!

Ya lo he pensado dijo . Prefiero quedarme aquí que ir a Turquía; mis compatriotas son mejor tratados en Corfú; además, he aprendido un poco el italiano y no aprendería el turco; y, por último, el jardín y la casa que usted ha alquilado, me convienen. ¿Pero cómo diablos quieres...? He encontrado el medio. En lugar de dar una puñalada a la señora condesa, se la doy a usted.

Después había sentido de súbito como una puñalada en el corazón, y cayó al suelo. Le quitaron las ropas de lujo, la descalzaron, le fueron arrancando una a una las bellas prendas, profanadoras del sepulcro, y poco después dejó de existir. Este recuerdo, que siempre la horrorizaba, llevó a la marquesa a contemplar un hermoso cuadro colocado sobre la chimenea.

Luego avanzó la diestra audazmente, y á pesar de su deseo de mantenerse silencioso, lanzó un rugido. ¡Ah, pájaro del diablo!... Tenía un dedo atravesado de parte á parte. No era un picotazo; era una puñalada. Un berbiquí ardiente acababa de perforarle la carne y el hueso. Sobreponiéndose al dolor, cerró la mano ensangrentada para aprisionar á su enemigo.

Este dicho fué una puñalada en el corazon de Candido: lloró amalgamente, y despues de su llanto, llamando aparte á Cacambo, le dixo: Escucha, querido amigo, lo que tienes que hacer; cada uno de nosotros lleva en el bolsillo uno ó dos millones de pesos en diamantes, y tu eres mas astuto que yo: vete á Buenos-Ayres, en busca de Cunegunda.

Donde menos lo piensa, en el seno de la familia, salta un Judas. En la tierra no hay ni puede haber honor. En el Cielo únicamente, porque Dios es el único que no nos engaña, el único que no se pone careta de amor para darnos la puñalada. Fortunata se vistió a toda prisa. Sabía por experiencia que mientras más le contradecía era peor.

Me parece que la estoy oyendo. Fue el día antes de marcharse a baños. Vino a comprarme unas flores artificiales. Habló de usted y dijo... ¡qué risa!... dijo que era usted ¡una cursi! Rosalía se quedó petrificada. Aquella frase la hería en lo más vivo de su alma. Puñalada igual no había recibido nunca.

Palabra del Dia

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