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Pues supongamos que yo llego a considerarme obligado también a acatarla, y que, en virtud de ello, me decido a apartarme de Luz y a romper todo trato con ella, precisamente cuando está aguardando a que yo le señale la hora de estrechar todavía más el que tenemos. Con lo primero, la daría una puñalada a obscuras y a traición; con lo último, se moriría de espanto y de vergüenza.

Llega el quinto acto, y la mareta sorda empieza a manifestarse cada vez más pronunciada: a la última puñalada el público no puede más, y prorrumpe por todas partes en ruidosas carcajadas: los amigos defienden el terreno; pero una llave decide la cuestión: sin duda no es la llave con que encerraba Lope de Vega los preceptos; y cae el telón entre la majestuosa algazara y con toda la pompa de la ignominia.

Me reía al pensar en el papel que había destinado a Ruperto Henzar, pero tenía con éste una cuenta pendiente y todavía me dolía la puñalada que me había dado en el hombro a traición y con sin igual audacia, en presencia de todos mis amigos, en la terraza del palacio de Tarlein.

No hay poder más absoluto en la tierra: ni el del Gran Turco, que en cierto modo es responsable, por el miedo a las revoluciones del serrallo. Aquí, en el serrallo de la Iglesia, todos somos menos que hembras. Y si surge un cura que, cansado de persecuciones, siente renacer el hombre dentro de la sotana y le larga una puñalada a su tirano, lo declaran loco. ¡El colmo de la hipocresía!

Los que más lo respetaban, por bravo, por justo, por astuto, por elocuente, no lo querían decir, o lo decían donde no los oyeran: porque los hombres suelen admirar al virtuoso mientras no los avergüenza con su virtud o les estorba las ganancias; pero en cuanto se les pone en su camino, bajan los ojos al verlo pasar, o dicen maldades de él, o dejan que otros las digan, o lo saludan a medio sombrero, y le van clavando la puñalada en la sombra.

¡Lo que somos...! ¡lo que somos...! decía Nelet entre dientes, sintiendo que cada espasmo de la larga agonía de su Brillante era una verdadera puñalada para él. Al ver a las señoritas se adelantó algunos pasos, hablando con tono compungido. El veterinario se había marchado, declarándose impotente para remediar el mal.

Doña Clorinda dejó caer otra inmediatamente, con acompañamiento de una puñalada de sus ojos, y se alejó, altiva y desdeñosa, mientras Valeria miraba al techo con desesperación. Volvió á huir Miguel. Le daba miedo la cara de Alicia, la agresividad nerviosa de su voz, que no había oído, pero que se dejaba adivinar en el estremecimiento de sus labios.

No estará tan bien alojado como aquí, ni tendrá tan guapa mesonera, ¡ja, ja, ja! pero le daremos cariño largo y lo mejor de lo de casa; y... algo es algo, ¡ja, ja, ja! De todos modos, no es puñalada de pícaro todavía, y pueden ustedes ir formando su composición de lugar para cuando volvamos a vernos. Porque hemos de volver a vernos, ¿no es verdad?

Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz.

Mata de una puñalada á un criado que se opone á su entrada, pero llega á escaparse antes de que acudan los vecinos atraídos por el escándalo. Nadie sabe quién es el asesino. Juan Pascual prende á todos los habitantes de la calle, y nada puede averiguar; pero una vieja, que trabajaba tarde en su ventana, á la luz de un candil, declara que ha conocido al Rey.