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Actualizado: 27 de mayo de 2025
7. Mientras se preparaban á esta expedicion el domingo de Septuagésima, (era muy de mañana) uno me habló en nombre del capitan del ejército, y pidiò fuese con ellos por procurador y médico espiritual. Me escusé de esta carga por las conocidas calumnias, que los Portugueses y Españoles acostumbran forjar, como poco há me lo habia enseñado la experiencia: empero, considerando que si acaso alguno del ejército adolesciese en el camino de alguna grave enfermedad, ò se postrase con alguna herida, habia de ir luego al punto á confesarlo, si me llamasen, condescendí, por tener la cierta y suprema vicaria potestad de Christo. Juzgaron los capitanes que tenian en sí dicha autoridad, para que ninguna alma sea privada de los sacramentos, y salvacion sin culpa proporcionada, y así disponian la expedicion, limpi
Que D. Evaristo se moría pronto era cosa indudable: no había más que verle. ¿Qué iba a ser de ella, privada de la dirección y consejo de tan excelente hombre?... ¡Cuidado que sabía el tal! Toda la ciencia del mundo la poseía al dedillo, y la naturaleza humana, el aquel de la vida, que para otros es tan difícil de conocer, para él era como un catecismo que se sabe de memoria. ¡Qué hombre!
El hambre no le importaba.... Mientras hubiese «petróleo refinado» como el de casa Espantagosos, el estómago iría bien.... Ahora, tras el chasco, se había «retirado a la vida privada», y podía decir muy alto, como su compañero, que todos los de la casa del pueblo eran unos ladrones. Y para que quedase bien sentada esta afirmación, se tragaron el aguardiente de un sorbo. ¡Espantagosos... mesura!
Yo me consolaba diciéndome tonterías y resignándome, pues las muchas desgracias que he tenido desde niña y el verme siempre privada de todo lo que más he querido, me acostumbraron a tener mucha paciencia, muchísima.
Plácido la profesaba con no menos entusiasmo que cualquier caballista andaluz, sólo que era de infantería, y además no quitaba la vida a nadie. Su conciencia, envuelta en horrorosas nieblas tocante a lo fiscal, manifestábase pura y luminosa en lo referente a la propiedad privada. Era hombre que antes de guardar un ochavo que no fuese suyo, se habría estado callado un mes.
Pocos sabían como él despertar el buen humor en las tertulias, hablar con donaire de las mil frivolidades que constituyen el encanto de la buena sociedad. «Mi fuerte y mi recurso supremo para extasiar a las tertulias solía decir con ironía, es el teatro Real.» Porque entonces, como ahora, la conversación amena por excelencia en Madrid era la de la ópera, y aquél era tenido por hombre más discreto y agradable quien proporcionase en las reuniones datos más fidedignos acerca de la vida privada de los tenores y barítonos.
Cuando el término del gobierno de Rosas expira, anuncia su determinación decidida de retirarse a la vida privada; la muerte de su cara esposa, la de su padre, han ulcerado su corazón; necesita ir lejos del tumulto de los negocios públicos a llorar a sus anchas pérdidas tan amargas.
En suma, la de Rufete se quedó sin un cuarto, y su tío el Canónigo mostraba la mayor pachorra del mundo para enviarle fondos. ¡Ay!, esa gente de provincias cree que una onza es un millón. ¡Un mes llevaba la pobre de grandes apuros, haciendo diligencias inútiles en pro de su hermano, que en la cárcel seguía, y privada de todo, viendo tantas cosas bonitas sin poder comprarlas!
Los chicos de las plazuelas, de la Caleta y la Viña, no querían que la ceremonia estuviese privada del honor de su asistencia, y arreglándose sus andrajos, emprendían con sus palitos al hombro el camino de la Isla, dándose aire de un ejército en marcha, y entre sus chillidos y bufidos y algazara se distinguía claramente el grito general: ¡A las Cortes, a las Cortes!
¡Tanto mejor! repuso ella. ¡Bueno! continuó el baróncito, tomando su sombrero . ¡De acuerdo!... ¿Me permitís que os dé un beso en la mano? ¡Con mucho gusto! y le tendió la suya enguantada. Julio Grèbe salió con aire de triunfador, ganando la calle por la escalera privada de su departamento.
Palabra del Dia
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