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Todo esto sin hablar de la mala salud del ministro, que no se prestaba ciertamente á soportar los trabajos y privaciones de la vida de los bosques, cuando sus dones naturales, su cultura y el desenvolvimiento de todas sus facultades le adaptaban para vivir tan sólo en medio de pueblos de adelantada civilización.

Una mañana estaba Varmen en el patio, lavando en una media tinaja empotrada en un poyo adherente al pozo: á su lado estaban jugando sus hermanas y los hijos del manijero. Varmen no prestaba atención ni á sus juegos ni á lo que decían: en cuanto á nosotros, no podemos pasar cerca de un grupo de niños sin detenernos para observarlos.

Allí estaba el problema moral, cuya solución habría aclarado el misterio judicial. Y la curiosidad de Ferpierre crecía, la atención que prestaba a las confesiones de la muerta se redoblaba. «¡Qué desastre para una madre, tener que despreciar a su propio hijo, al vivo fruto de sus entrañas, a la mejor parte de su ser! »La desgracia de la vida consiste en la idea de la felicidad.

Quedó pues, instalado en la casa el mayorazgo, revolviéndose en ella con el mismo desembarazo que si en ella hubiese nacido. Los extremos se tocan. La falta de aprensión de don Silvestre le prestaba la desenvoltura que á veces no dan las preocupaciones del gran mundo.

Después de haber charlado mucho, entraron con Doña Flora en la iglesia del Carmen, y allí, sacando cada cual su rosario, rezaron que se las pelaban un buen espacio de tiempo, y alguno de ellos me aplicó lindamente un coscorrón en la coronilla, porque en vez de orar tan devotamente como ellos, prestaba demasiada atención a dos moscas que revoloteaban alrededor del rizo culminante del peinado de Doña Flora.

Citaremos por último á título de curiosidad, como médicos «especialistas» para que se vea que no es nueva la distinción que hacemos hoy de ellos, á Maestre Fernando cirujano de la Ciudad que reclamaba en 1459 que le pagasen su salario por los servicios que prestaba á la misma, entre ellos, el de ir á la guerra .

Y era el tercero, que el recordar es siempre mil y mil veces más poético que el mirar, por donde tal vez cuando ella mirase de nuevo al muchacho, caería en la cuenta de que no se parecía a su difunto esposo, de que ni él estaba encantado ni la encantaba a ella, y de que eran sueños vanos y sin sustancia todos los pronósticos en que prestaba al rapaz las grandezas y los triunfos que expresados quedan.

Ocupado en trabajar por mis ideas políticas, no prestaba atención á la suerte editorial de mi obra, cuando algunos meses después recibí una carta del señor Hérelle, profesor del Liceo de Bayona. Ignoraba yo entonces que este señor Hérelle era célebre en su patria como traductor, luego de haber vertido al francés las obras de D'Annunzio y otros autores italianos.

Hacía rato que el cura no prestaba la menor atención al discurso de Pablo. El carruaje había entrado en una calle bastante larga y perfectamente recta. Al fin de esta calle el cura veía venir a un caballero a galope. Mirad dijo el cura a Pablo, mirad vos que tenéis mejores ojos que yo; ¿no es Juan el que viene allá? , pues, es Juan, reconozco su yegua mora.

Al fin, envenenado hasta lo más íntimo de mi ser, preñado de torturas y fantasmas, convertido en un tembloroso despojo humano; sin sangre, sin vida miseria a que la cocaína prestaba diez veces por día radiante disfraz, para hundirme en seguida en un estupor cada vez más hondo, al fin un resto de dignidad me lanzó a un sanatorio, me entregué atado de pies y manos para la curación.