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La muchacha, que en realidad era tan tímida como él, sentía sin embargo deseos de reirse de su turbación. Ella habló de su miedo, de los sustos que durante el invierno pasaba en el camino; y Tonet, halagado por el servicio que prestaba á la joven, despegó los labios al fin, para decirla que la acompañaría con frecuencia.

El apasionado mirar de sus ojos glaucos le fascinaba; le encantaban su discreta conversación y su apacible trato; y de continuo prestaba pábulo a la encendida llama de sus afectos la presencia de aquella mujer dechado de elegancia y de majestuosa hermosura. Entonces se creía ligado a ella para siempre por invencible hechizo.

Hasta los ha habido veteranos del presidio, que, al verme en el último momento, se tranquilizaban y decían: «Nicomedes, me satisface que seas El funcionario iba animándose en vista de la atención benévola y curiosa que le prestaba Yáñez. Iba tomando tierra: cada vez hablaba con más desembarazo.

No atreviéndome a pedírsele ni pudiéndome resignar a irme sin él, quise robarle con una astucia, a la cual se prestaba la diferencia de alturas de nuestros asientos. Me fui deslizando del mío poco a poco, y bajando, bajando, hasta verme de rodillas delante de ella. ¡Aquel era mi puesto!, ¡así debía estar yo, y más abajo todavía, y pisoteada por sus pies!

Toda vez que el señor Roussel se prestaba á ello, era evidente que usted, tan buena, no había de negarse.... ¡Ah! dijo alegremente Clementina; ¿se trataba pues de un efecto preparado? ¿Había un complot? ¿Y desde cuándo data la intriga?

¿Y te has puesto árnica, hijita? ¡Bah, no vale la pena! prosiguió mi tía; comed vuestra sopa, señor cura, y no os ocupéis de esa atolondrada; bien merecido le está. El cura no dijo, pues, nada, me hizo una seña amistosa y me examinó furtivamente. Mas yo no prestaba mayor atención a lo que sucedía en torno mío.

Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación, valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto. El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe crecieron a la par.

Estuvo luego en Lisboa, con el propósito de encaminarse á la América meridional y realizar uno de sus deseos más vehementes; visitó, pues, la isla de Madera y también las Canarias, subiendo al pico de Tenerife y abandonando, al fin, su propósito, porque su salud, ya delicada, no se prestaba á las exigencias de un viaje de esta especie.

¡Mi pobre amigo! Era fatal llegar a esto. ¡Si supiera usted cuánto le amo! No se lo habría dicho a usted ayer: hoy puedo confesarlo puesto que es la palabra prohibida que nos separa. Ella, extenuada poco hacía, había hallado por milagro no yo qué recurso de virtud que le prestaba fuerza suficiente. Yo no tenía ninguna.

Se conmovía al recuerdo de aquellas horas felices de salud y de fuerza, cuando ni el amor ni cuidado alguno doméstico turbaban aún su vida de estudiante rico y desaplicado. Y viendo la atención que Cecilia le prestaba, se extendía en menudencias pueriles, trayendo al recuerdo los ínfimos pormenores de aquella existencia consagrada a la gimnasia.