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Prestaba su voz infantil á multitud de seres imaginarios, viejos y jóvenes, con quienes emprendía de ese modo animados diálogos.

Era una vecina que prestaba sus servicios á Spadoni cuando se quedaba en la casa. La presencia de un visitante representaba para ella un acontecimiento. que está dijo . ¿No oye usted? Lubimoff oyó, efectivamente, amortiguado por los gruesos muros, el tecleo de un piano.

Por lo demás, parecía que prestaba atención todo el corro, que se componía principalmente de leñadores y almadieros, con los cuales el contrabandista estaba en relación diariamente.

Se lo daré a usted mañana o pasado... En fin, cuando nos veamos». Por un instante quedose perpleja y desconcertada la señora del buen Thiers, no sabiendo si arrepentirse del ofrecimiento que había hecho, o si congratularse del servicio que gallardamente prestaba a su amiga.

Su entristecido arqueo de cejas le prestaba vaga semejanza con los retratos de Quevedo; su pescuezo, flaco, pedía a voces la golilla, y en vez de la vara que tenía en la mano, la imaginación le otorgaba una espada de cazoleta.

Los dos cojeaban; pero el uno francamente, apoyado en su garrote, con un pie enorme cubierto de envoltorios y metido en un zapato de fieltro; mientras su compañero, que tenía una pierna rígida, usaba calzado ajustado y brillante, afirmándose con coquetería en un junco fino, que prestaba verdaderamente servicios de muleta.

Juan Montiño empezaba á perder la paciencia; su tío interrumpía á cada paso su diálogo con él para acudir á cualquier nimiedad; se le iba, se le escapaba de entre las manos, y no le prestaba la mayor atención; pero si Juan Montiño hubiera podido penetrar en el pensamiento de su tío, hubiera visto que desde el momento en que había reparado en su semblante, el cocinero del rey había necesitado de todo su aplomo, de toda su experiencia cortesana para disimular su turbación.

Aquella intimidad, aquella compenetración singular de los cuñados en casi todos los actos de la vida, había engendrado una ilimitada confianza entre ellos, sobre todo por parte de Gonzalo. Nada le pasaba a éste en la calle, en el café, que no viniese a contar a Cecilia, que le prestaba incansable atención.

Con la superioridad que le prestaba la experiencia de la vida abordada por los lados más dificultosos, en el más grande de los escenarios, y según el progreso moral que suponía en su discípulo, había elevado poco a poco el tono de sus consejos. Sus lecciones se convertían ya casi en conversaciones de hombre a hombre.

Sebastián Zamet, ó Zametto, italiano, zapatero de Catalina de Médicis, por la protección de ésta y sus condiciones de intrigante, llegó á ser de los más ricos capitalistas de Francia, confidente de Enrique IV, á quien prestaba servicios de complacencia. Fabricó hotel magnífico, rue de Cérisaie, cerca del Arsenal; daba en él suntuosos banquetes.