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Actualizado: 3 de mayo de 2025
La continuidad de estas molestias constituía una vida de martirio, y no es que quisiese tener lujo, no: mas juzgaba que su decoro y el contacto con altas personas le imponían deberes ineludibles; creía que ella y los niños no debían hacer mal papel en las casas a donde iban, ni le gustaba que las amigas la mirasen de reojo y cuchichearan entre sí, observando en ella una falda de taracea o una prenda cursi y anticuada... No obstante, quería entrañablemente a su marido, porque fuera de aquello de las miserias era un hombre completo, un ser de elección, bueno y cariñoso, honrado como pocos o como ninguno, hombre que jamás había tenido trapicheos ni tratado con mujerzuelas, ni puesto un duro a una carta, y por fin, de genio tan pacífico, que como no le tocaran a sus presupuestos, se hacía de él lo que se quería... Considerando esto, la infeliz llevaba con paciencia lo otro, es decir, los apurillos para vestirse, y se manejaba como podía para no desmerecer de su elevada clase... De donde resultaba que ambos, el Sr. de Pez y la señora de Bringas tenían respectivamente sus motivos de disentimiento conyugal, él por causa de las furibundas santidades de su esposa, ella por las sordideces de su marido; lo cual prueba que nadie encuentra completa dicha en este mísero mundo, y que es rarísimo hallar dos caracteres en completo acomodo y compenetración dentro de la jaula del matrimonio, pues el diablo o la sociedad o Dios mismo desconciertan y cambian las parejas para que todos rabien, y todos, cada cual en su jaula, hagan méritos para la gloria eterna.
D. Gaspar apuntaba para el director de la murga como diciendo: «A éste se debe todo.» El director de la murga apuntaba para D. Gaspar, manifestando por mímica: «El triunfo es de este señor.» Por último, en la imposibilidad de expresar de un modo más plástico la profunda admiración que el uno sentía por el otro y la perfecta compenetración de sus espíritus entusiastas, se abrazaron en medio del escenario y permanecieron unidos bastante tiempo.
Existía una dichosa compenetración de lo espiritual en lo temporal; era una imagen aproximada de lo que debe ser el reinado de Dios sobre la tierra. El rebaño místico se repartía, como era natural. Cada clérigo tenía sus hijas de confesión, que le obedecían y le admiraban.
Entre él y mi tío había una completa y absoluta compenetración de ideas, de sentimientos y de propósitos, que no podía haber tratándose de mí, enteramente extraño a la tierra y sus costumbres, por nacimiento, por educación y por hábitos adquiridos en otro mundo tan distinto de aquél. ¿Cómo no se le ocurría esto a Neluco, ya que tan disculpable era en la inexperiencia de otras muchas personas el que no se les alcanzara?
Sí, sí, talento tienen, indudablemente; pero les falta esa simplicidad, esa visión humilde de las cosas, esa compenetración con la realidad que Alonso Quijano encontró sólo en su lecho de muerte, ya curado de sus fantasías. El obispo come un poco separado de la mesa, con ademanes distraídos, como olvidándose a veces de que ha de continuar en la tarea de engullir las viandas.
Ella me descubría, durante aquellas horas de abrasadora compenetración, me revelaba como otras tantas maravillas, tesoros de desinterés, de abnegación, remedios de previsión casi iguales a las profundidas de su caridad.
La forma métrica de las obras poéticas es diversa en los varios pueblos, con arreglo á la índole de su idioma; no así la vida dramática y el fondo poético, iguales entre los griegos como entre los ingleses, entre los españoles como entre los alemanes, y debiendo advertirse que, cuando no existe esa compenetración recíproca, no hay que hablar tampoco de verdadero drama; un poema dramático que no puede representarse, es como una partitura que no puede tocarse, y una obra dramática que describe sólo hechos comunes y ordinarios, con secos contornos, sin ennoblecer el asunto con la inspiración ideal y el colorido poético, deshonra tanto á la escena, como los volatineros y perros sabios.
Aquella intimidad, aquella compenetración singular de los cuñados en casi todos los actos de la vida, había engendrado una ilimitada confianza entre ellos, sobre todo por parte de Gonzalo. Nada le pasaba a éste en la calle, en el café, que no viniese a contar a Cecilia, que le prestaba incansable atención.
Con el correr de los días, cuando hubieron llegado a la apasionada compenetración de sus almas, uno y otro se dijeron los pesares más íntimos. En los instantes de languidez Ramiro sentía pasar sobre su frente, a modo de ala espectral, la idea de la brevedad de todas las cosas humanas.
Tenemos, pues, teoría, práctica y poesía; y como derivación de las tres facultades, ciencia, moral y arte. En estas tres esferas de actividad hay compenetración, cuando no nos elevamos á grande altura. Entonces casi se puede decir que lo útil es el fin y el punto de mira de las tres facultades que se prestan mutuo auxilio.
Palabra del Dia
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