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Actualizado: 21 de junio de 2025
Era preciso vivir mucho tiempo a su lado para convencerse de que no era fea ni mala ni insoportable; y averiguado esto, se iba cayendo poco a poco en la cuenta de que era todo lo contrario, y hasta una alhaja para mujer de un marido de pocas necesidades intelectuales y mucho apego a la vida honrada y laboriosa de puertas adentro.
Conoce mucho á unas señoras, que llaman las señoras de Porreño. Son nobles y fueron muy ricas. ¿Y vienen aquí? Muy pocas veces.
En el diálogo octavo cita Carducho al hablar de las pinturas que había en palacio, un cuadro de la Fe que se pasa a la bárbara idolatría de la India con las armas de España, y menciona otro del Rey Felipe II en pie, ofreciendo al príncipe don Fernando, que le nació el año 1571, que fue de la grande vitoria naval que se tuvo del gran Selin y Ochiali en Lepanto; a cuyo fin se pintó este geroglífico... Por último, pocas líneas más abajo añade que en el mismo salón hay cuadros de Rubens, de Caxés, de Ribera y de Velázquez.
María pudo entregarse de lleno a la vida de perfección, a la cual aspiraba con vehemencia. Las horas del día le parecían pocas para orar, lo mismo en la iglesia que en su casa, y para llorar sus pecados. Frecuentaba los sacramentos cada vez más, y asistía y tomaba parte con su presencia y dinero en todas las solemnidades religiosas que se celebraban en la villa.
Y las noches que se queda en casa muy pocas yo sé por qué se queda. ¡Ah, le conozco! Pero casi siempre se marcha. ¿Y a dónde va? Dice que al Jockey; pero ¡quién sabe a dónde irá! Y esto es lo que me mortifica y me desespera. ¿Pero tú no tienes medios de saber si realmente va o no va al Jockey? ¿Para cuándo está el teléfono? El teléfono es el mejor fiscal de los maridos distraídos en devaneos.
Diez y ocho meses bien cumplidos estuvo en la Alcarria; y refería después la nodriza que, en las pocas veces que en ese tiempo fue el señor marqués a ver a su hija, se le caía la baba de gusto al contemplarla rodando por los suelos, medio desnuda, entre cerdos y rocines, tan valiente y risotona, y tan sucia y curtida de pellejo, como si fuera aquél su elemento natural y propio.
Muchas solteronas y no pocas señoras ancianas, son asiduas a sus jueves. Los caballeros son escasos, por el contrario, y la juventud no se muestra más que para mí. Mis amigas y yo formamos en el salón un grupo especial llamado el «rincón de las malas cabezas,» según una frase de cierta amiga de la abuela.
Tan alta posición no le ensoberbeció nunca, y se valió de ella para hacer bien a no pocas personas, y singularmente a otros sabios, literatos y poetas, con noble emulación a veces, con envidia nunca. La misma amistad profunda y durable, que Goethe supo inspirar a multitud de personas, compartiéndola, prueba que había calor y ternura en su alma.
Básteme afirmar que no pocas se leen con agrado, que están sencilla y elegantemente escritas, y que tal vez son más morales y más amenas aquellas cuyos autores, o no han leído muchas novelas francesas o inglesas, o se olvidan de ellas cuando componen las suyas. De los novelistas ya muy populares y acreditados, de los veteranos, digámoslo así, no he de decir aquí palabra.
Fué una de las pocas veces en que Clementina lloró de enternecimiento y no de despecho. Pero en los días siguientes, aunque subsistió vivo en ambas el recuerdo de esta escena tierna, también quedó el del motivo que la había producido. Clementina sentíase avergonzada al presentarse delante de su madrastra.
Palabra del Dia
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