Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 21 de mayo de 2025
Todos gritaban, reclamando para el diestro los honores de la maestría. Debían darle la oreja. Nunca tan justa esta distinción. Estocadas como aquella se veían pocas. Y el entusiasmo aún fue mayor cuando un mozo de la plaza le entregó un triángulo obscuro, peludo y sangriento: la punta de una de las orejas de la fiera.
Lo referido en pocas palabras es claro que corresponde sólo a un breve resumen de muy largos, muy oscuros y muy diversos sufrimientos.
Respondíales pocas veces. Cuando lo hacía era con breves palabras displicentes. Al fin, sacando el reloj, dijo: Son las tres. Quedan tres cuartos de hora. ¿Quién quiere echar un tresillo? Tres de los amigos se fueron con él a la sala de juego. No tardaron en rodearles los demás. La broma siguió lo mismo que en el salón. ¡Miradle, cómo le tiembla la mano!
No pocas veces, estando yo en Italia, en Alemania o en Inglaterra, me ha ocurrido anunciar de pronto que al día siguiente me volvía a París. Si alguno, admirado de tan súbita resolución, me preguntaba: ¿A qué vas a París? Yo le respondía sencillamente: A conversar.
Durante no breve tiempo, la atención del público inteligente, y, sobre todo, de las pocas personas que leen en España, se fijó con tal ahinco y con tan candorosa admiración en el movimiento intelectual de Francia, y quizá de algún otro país de los que en el día se consideran al frente de la civilización de Europa, que descuidamos mucho el conocimiento de nuestros autores, y aun llegamos á mirarlos con desdén, más ó menos encubierto.
Estas vacas y estas ovejas que puedo matar y comer las trajeron ellos también. La galleta que me llevo a la boca procede del trigo que ellos sembraron los primeros». Y no podía moverme en mi pobreza sin encontrar que las pocas comodidades que me rodeaban las debía a los atrevidos españoles que avanzaron y murieron en el desierto para que un día pudiese yo avanzar a mi vez.
Aquí estoy yo para sacarte de un apuro; digo, para partir contigo un pedazo de pan, porque yo también soy pobre y más desgraciado que tú, ¿sabes? porque el frío, el hambre, se soportan; pero ¡ay! otras cosas....» Apretó el paso sin reparar en la cara burlona de su favorecido, y siguió dando, dando, hasta que le quedaron pocas piezas en el bolsillo.
Pues a despecho de estos remordimientos, de su invencible timidez y de los clamores de la razón, Raimundo se sentía cada día más subyugado por aquella mujer. Verdad que Clementina puso en juego todas las armas de que disponía, que no eran pocas ni mohosas todavía. A medida que aumentaba la timidez de su juvenil adorador crecía en ella la osadía y el aplomo.
Cuando yo estudiaba era rector de la Universidad Central; fue también senador el año 72... La mejor edición que se ha hecho del Febrero se debe a él... Sabía mucho y era muy modesto. Eran otros hombres aquéllos. Ante todo, había menos palabrería que ahora. Vean ustedes ahora si hay pocas.
Bien podía la Asamblea constitutiva de la Unión del Norte de la costa ibérica que así se nombraba en sus documentos oficiales ocupar oronda y satisfecha el palco presidencial: pocas sesiones y breves horas le habían bastado para sentar las bases del gran contrato unionista federativo; actividad gloriosa, sobre todo comparándola con la flema y machaconería de aquellas holgazanas de Cortes Constituyentes, que tardaban meses en redactar un código fundamental y definitivo para la nación.
Palabra del Dia
Otros Mirando