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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Representaba para él un placer exquisito dejar que se deslizase el tiempo sentado en un diván que aún parecía guardar la huella del cuerpo de Julio, viendo aquellos lienzos cubiertos de colores por su pincel, acariciado por el calor de una estufa que roncaba dulcemente en un silencio profundo, conventual.

La emocion poética tiene en cada hombre su temperamento particular, y este temperamento es una gran razon que cada uno debe tener en cuenta al querer explicarse sus opiniones. Yo creo que no me engaño al opinar así, porque es indecible el placer religioso que siento cuando descubro un caserío ó una aldea, perdida entre árboles ó arbustos, ó entre las sombras indecisas de la tarde.

Todo contribuia á seducir á los madrileños: los toros, los mil primores del Real sitio, el placer casi fantástico que produce el vuelo en ferrocarril, y aún la novedad de convertir á Aranjuez en el Versalles de Madrid. Los trenes se sucedian y los asientos no alcanzaban.

Después que el ermitaño satisface su pasión, despierta como de una horrible pesadilla: imagina haber vendido por un momento de placer la salvación de su alma, y ciego de desesperación, acuerda abandonarse por completo á su lujuria.

Vuestra sociedad excusa, glorifica esta debilidad, este egoísmo. Al amante que para evitarse a mismo un dolor, para asegurarse la posesión del placer mata a su rival, se le perdona; se va hasta juzgar hermoso, grande, admirable ese amor ciego y leal. En cambio, se condena el amor que a nosotros nos guía, nuestro sacrificio consciente, la obra de salvación a que nos dedicamos.

El maíz listado sacudía su brial de seda verde y blanca a rayas, con melodioso susurro, y allá en las lindes de la pradera bañada por el sol, unos arbolillos tiernos inclinaban su joven copa. De tal suerte mullían las hojas secas el piso de las calles, que se enterraba Lucía hasta el tobillo, con placer.

Pero esto no colmaba su deseo, no satisfacía su amor propio, sería un placer efímero y una venganza... ¡y además era casi imposible! Pocas veces se había atrevido a visitar a la Regenta, que no le recibía si no estaba don Víctor en casa.

El pobre joven, anonadado, no tenía ya más que un solo deseo: ¡ah! ¡si al menos le fuera dado esperar que en la vida de María Teresa, el nombre de Juan descendiese algunas veces de los labios a su corazón! ¿En qué pensaba en ese instante, mirando dulcemente hacia el horizonte? Ante sus ojos pasaba, sin duda, la imagen del que en esa noche había tenido el placer de estrecharla.

Elena vaciló un instante, pero respondió al fin: ; yo soy. ¡Oh señorita! exclamó la buena mujer viniendo hacia ella con el rostro iluminado de placer . ¡Cuánto se va a alegrar! No sabe usted lo que la quiere. Siempre la tiene en los labios y yo creo que la tiene a usted más guardada todavía en el corazón... Si es usted tan buenaza como él, todos daremos gracias a Dios de verla por aquí.

Para ejercer sus funciones de la manera conveniente, es necesario que esté en incesante comunicacion con su propio cuerpo y con los que le rodean, teniendo la intuicion sensible de las relaciones corpóreas, siendo avisada por el dolor de cualquier desórden que en su cuerpo ocurra, y guiándose por el sentimiento del placer, como por un instinto que dirigido y templado por la razon, puede indicarle lo provechoso ó lo necesario.

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