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Recientemente el prelado doméstico había hecho un viaje a Roma, y trajo para su amigo nada menos que un título de hijo predilecto de la Iglesia. Godofredo estaba loco de alegría. Decía que no cambiaría aquella distinción por la cartera de ministro. D.ª Carolina lloró de gozo y le abrazó con efusión al saber la noticia. Presentación se ruborizó de placer.

¡Qué lástima, Isidorito, que usted no hubiese estudiado para médico! ¡No por qué se me figura que habría de tener usted mucho ojo para las enfermedades! El joven se ruborizó de placer. Doña Gertrudis, me honra usted demasiado; no tengo otro mérito que el de fijarme bien en lo que traigo entre manos, lo cual me parece de absoluta necesidad en cualquier carrera a que uno se consagre.

Pero he aquí que un fresco aire de fuera ha venido a renovar el ambiente de este viejo café de la Luna, donde yo pasaba mis tardes gozando del placer de no hacer nada, placer digno de un Papa, y trazando a las veces raro suceso sobre la cuartilla, mis tristes o apacibles devaneos sentimentales. ¡El lugar era tan solitario y tan evocador!

Los jardines públicos donde tan alegremente se baila en el verano, así como los salones de conciertos, reunen en sus fiestas un gran número de extranjeros, que ávidos corren tras el bullicio y el placer que Paris ofrece en una copa de oro siempre llena.

Movido por el grotesco horror de este cuadro, el ministro, olvidándose de su inquietud y alarma infinitas, prorrumpió en una carcajada, que fué respondida inmediatamente por una risa ligera, aérea, infantil, en la que con un estremecimiento del corazón que no sabía si era de intenso dolor, ó de placer extremo, reconoció el acento de la pequeña Perla.

Originalidad no la había, no; frases, gritos ahogados, actitudes, novedades íntimas del placer, que Emma recibía con tibias protestas y acababa por saborear con delicia epiléptica, y por aprender con la infalibilidad del instinto pecaminoso; todo esto era una copia de la otra pasión, todo revelaba el estilo de la Gorgheggi.

Un partidario de este temple es una alhaja impagable para toda especie de gobierno mientras haya imprenta; y más si añadimos que cree como en su salvación en los partes de los encuentros y escaramuzas que en los papeles públicos suelen venir consignados, y se extasía de placer cuando se encuentra con aquello de que: «de los enemigos murieron tantos centenares de hombres, y nosotros no hemos tenido más que un contuso y algún sargento desmayado», o cosa semejante.

«Don Fermín padecía», pensaba el pobre don Francisco y sin querer, con gran remordimiento, él se alegraba un poco, gozaba el placer de una venganza... «irracional... injusta... todo lo que se quiera... pero gozaba acordándose de su hija muerta». , don Fermín padecía. «Aquella necedad del tendero de enfrente era una complicación».

Un murmullo de placer partió de la concurrencia y los invitados de Harvey, sin miedo de cometer una falta de distinción, aplaudieron con entusiasmo. Hasta los mismos cow boys, dominados por el encanto de la inspiración y estupefactos ante las sensaciones que experimentaban, desistieron de marcharse al salón de fumar, como habían proyectado.

Llegado, con placer es recibido, Y luego determina de partirse; Y á aquellos que digimos, pretendido Habian en la barca escabullirse, En mas grave prision los ha metido: Porque jamas intenten de huirse. Con un Sotomayor fenece presto, Dejándole en un palo y horca puesto.