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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Levantaos del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá mucha noticia, no es justo que esté de hinojos; levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga mucho en hora buena a servirse de mí y del duque mi marido, en una casa de placer que aquí tenemos.
Aparte del placer que me causaban las conversaciones de los muchos castellanos compañeros de viaje, manifestándose todos inteligentes, habladores, chistosos y de excelente índole, los objetos del tránsito me interesaban.
Chupó en silencio y con placer su cigarro habano, cerró los ojos, como para mirar el pasado, y prosiguió: Ríase usted de la caza, de la música, de los viajes, de todos los placeres en general. Los he gustado todos. No valen la pena de molestarse.
Pero en vano Carmen enrojecía de placer y de rubor, bajando los ojos; en vano se erguía el espada, orgulloso de sus obras, creyendo que iba a presentarse el fruto esperado. El hijo no venía. Y así transcurrió otro año, sin que el matrimonio viera realizadas sus esperanzas. La señora Angustias se entristecía cuando le hablaban de estas decepciones.
El menudo pueblo halla siempre cierto sabroso placer en encontrar alguna semejanza entre los que lo mandan y los animales nocivos, y por cierto que las más veces no se engaña. Entretanto las cuadrillas, las guardias y el inmenso acompañamiento iban marchando, acercándose al propio tiempo las ricas andas que encerraban tanto tesoro.
Ni la pintura de almas ni una existencia accidentada llena de amoríos costosos y duelos complicados proporcionaron al joven Desnoyers su renombre. La gloria le tomó por los pies. Un nuevo placer había venido del otro lado de los mares, para felicidad de los humanos.
Fidel los siguió en silencio muchas calles, embozado hasta los ojos. ¡Y con qué emoción! Amparo, en las tinieblas, le parecía suya..... La luz determina las distancias. Las sombras confunden los objetos..... La vista entonces tiene algo de tacto. De resultas de esta emoción, Fidel pasó muchas noches entregado al placer de estar á obscuras.
Ana participó un momento de aquella voluptuosidad andrajosa. Pensó en sí misma, en su vida consagrada al sacrificio, a una prohibición absoluta del placer, y se tuvo esa lástima profunda del egoísmo excitado ante las propias desdichas. «Yo soy más pobre que todas estas.
En Roma, los sin señor Son almas que van en pena: No se hace cosa buena Sin dineros y favor. Cuál vive muy á sabor, Cuál no tiene que comer; Unos con mucho dolor, Otros con mucho placer. Dos cosas no pueden ser De placeres y dolores Ni peores ni mejores; Que son Roma y la mujer.»
Yo, sin ser tú, he tenido también mis satisfacciones amorosas. ¡Pero esta mujer es tan distinta á las otras!... Además, ¡el placer de vencerla, esa necesidad de dominación que hay en el fondo de nuestros deseos amorosos!... Cada vez que hablamos, y ella con su voz de pájaro y su sonrisa compasiva marca la enorme distancia que existe entre los dos, quedo triste, mejor dicho, desalentado, como si necesitase alcanzar algo á que no llegaré nunca por más que me esfuerce.
Palabra del Dia
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