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Actualizado: 29 de junio de 2025


«¡Si aquel loco se habría propasado!... Era absurdo». Petra, después de observar la expresión de susto que se pintó en el rostro del ama, añadió: De parte del señor Magistral debe de ser, porque lo ha traído Teresina la doncella de doña Paula. Ana afirmó con la cabeza mientras leía. Petra salió sin ruido, como una gata. Sonreía a sus pensamientos.

Pero a ella no se le podían dar tales razones. Señorito dijo Petra, que a pesar de su resolución reciente, sintió en el orgullo una herida de tres pulgadas no necesita apurarse tanto para convencerme de que debo irme de esta casa. No, hija, lo que es, si lo tomas por donde quema, yo no insisto.

Las nueve.... Dice que es cosa urgente.... Parece que viene asustada... le tiembla la voz.... El Magistral se puso del color de su madre, y en pie como por máquina: Que entre, que entre.... Doña Paula dio media vuelta y salió al pasillo. Antes acarició a su hijo con una mirada de compasión de madre. Entra... dijo a Petra que, toda de negro, esperaba, con la cabeza inclinada sobre el pecho.

no sientes nada, como todo el mundo... Pregunta a Francisca, a Petra y a Paulina, y a tantas otras, lo que pensarían si se encontrasen en una situación tan ridícula. ¡Bah! se lo preguntaré cuando lo estén, porque llegarán como yo, querida abuela. No será por su culpa respondió la abuela, dando un gran suspiro. ¡Ah! Magdalena, si quisieras...

Petra salió, volviendo con árnica que no quiso aplicarse la Regenta; después vino con tila, recogió los restos de los cachivaches y los puso sobre mesas y armarios como si fueran reliquias santas. Sentía un júbilo singular viendo aquella ruina de objetos que ella tenía que considerar como vasos sagrados de un culto desconocido.

Petra prometió decir todo lo que hubiera. Fingió no recordar siquiera ciertas promesas de otro orden que a don Fermín se le habían escapado en el calor de la improvisación en aquella dichosa mañana del Vivero, de que estaba avergonzado.

Y entonces penetró también la razón del odio profundo que Marroquín le inspiraba de algún tiempo a aquella parte, y hasta de la antipatía hacia Mendoza, de quien todos los alumnos creían que estaba Petra enamorada.

Petra era la encargada de despertar al amo, porque Anselmo se dormía sin falta y no cumplía su cometido: Frígilis llegaba al parque a la hora convenida, ladraba... y bajaba don Víctor.

Dios mío se atrevió a decir la abuela, bastante divertida en el fondo por aquella tragicomedia. ¿Creen ustedes que el crimen no tiene excusa?... Petra es tan linda y tan seductora... Mi hija no debe ser linda ni seductora para quien no es de su clase gruñó el padre.

No eran para ellos; esto le parecía la más terrible crueldad de la injusticia. Pero, además, ahora aquellos granujas discutiendo el nombre de lo que no habían de comer, se le antojaban compañeros de desgracia, hermanitos suyos, sin saber por qué. Quiso llegar pronto a casa. Aquel enternecerse por todo la asustaba. «Temía el ataque, estaba muy nerviosa». Corre, Petra, corre dijo con voz muy débil.

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