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Actualizado: 5 de mayo de 2025


No sigas adelante, si no quieres verme hacer pucheritos... Hablemos de otra cosa añadió reclinándose perezosamente en el sofá y estirando las piernas con demasiada confianza, hablemos de Pérez Almagro. Pérez Almagro era el último amante que la generala había tenido, y que no dejaba de inspirar cierta inquietud, ya que no celos, a nuestro joven.

Así es que la mayor parte de los vecinos de Valladolid detestan las deliciosas alamedas con que la autoridad pública los ha obsequiado, y en vez de ir á buscar allí el sol, el aire puro, los perfumes y las alegrías de la vegetacion, y los rumores de las aguas, prefieren aglomerarse bajo los sombríos portales del centro, ó errar perezosamente en las calles infectas y tristísimas donde se pudrieron sus antepasados en el mismo abandono.

Es usted un amigo a quien aprecio muchos años hace, y esto nos basta al señor don Simón y a para prestarle de buena gana este ligerísimo servicio. Conque traiga usted papel y tintero, que vamos a escribir una carta, que puede ser la fortuna de usted. Como nada perdía en ello el tabernero, movióse perezosamente para complacer a don Celso.

¡Al Hospital! El tartanero se hizo repetir dos veces la dirección, y como le recomendaban que no se diera prisa, dejó rodar perezosamente su carruaje por las calles de la ciudad. Oyó ruido detrás de él, gritos ahogados, choque de cuerpos, como si se rieran haciéndose cosquillas, y maldijo su perra suerte, que tan mal comenzaba el día.

De Bacon depende la isla de Batan, en la que se han gastado grandes caudales por una empresa particular, en la explotación de unas minas de carbón de piedra que hubo que abandonar por no tener el mineral la densidad debida. En la travesía de Bacon á Manito, nos llamó la atención una columna de humo que perezosamente y cual si fuera una compacta bruma se elevaba en la costa.

Dió un golpe amistoso en una de las largas piezas de cobre que iban perezosamente echadas en el puente, y añadió con una hermosa confianza nacional: Y toda Inglaterra estaría detrás de . ¿Dónde estamos en este momento y á dónde nos dirigimos? preguntó Tragomer. Estamos atravesando Bowen, en Australia, y tenemos la proa hacia Nueva Guinea.

Por todo el horizonte se veian innumerables bandas de patos salvajes, rosados pelícanos y otros acuátiles abatiéndose en los pantanos, en medio de las vacas, las ovejas y los potros, mientras estos pacían perezosamente ó se reunían en grandes grupos para defenderse del ardor del sol, que hacia fermentar las aguas estancadas y calcinaba la inmensa llanura completamente desprovista de árboles.

Al poco rato «su espíritu se fue identificando con la guitarra». La guitarra, para Bonis, era a los instrumentos de música lo que el gato a los animales domésticos.... El gato era el amigo más discreto, más dulce, más perezosamente mimoso.... la guitarra le acariciaba el alma con la suavidad de la piel de gato, que se deja rascar el lomo.

El buque cabeceaba perezosamente, con largos intervalos de calma, sobre las extensas ondulaciones de un mar denso, centellante, enrojecido como metal en fusión. Ni el más leve soplo agitaba las lonas de la cubierta, tendidas de las barandas hasta el techo como un tabique rígido, obscuro y ardiente.

Cuando uno se colocaba al borde de la pendiente, la mirada caía sobre los ruinosos techos de bardas cuyas grietas dejaban pasar el humo; se veía claramente el movimiento de la sucia callejuela, donde los niños medio desnudos chapoteaban en los charcos cenagosos, y las mujeres permanecían perezosamente agachadas en el umbral de sus casas, mientras que los hombres cubiertos de harapos se dirigían, con la pala en el hombro, hacia el despacho de bebidas.

Palabra del Dia

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