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Actualizado: 2 de junio de 2025


Ya telegrafié a Miranda de Ebro para que, en el caso de hallarse allí su esposo, le digan que está usted aquí en Bayona esperándole. Pero de fijo estará en camino. Márchese usted, pues. Y Lucía volvió a Artegui la espalda, reclinándose en la ventana de codos.

¡Qué es eso?... ¡Caramba!... ¿Qué tienes?... repetía Melchor, inclinado cariñosamente sobre el cuerpo de Lorenzo. ¡No !... repuso éste, poniéndose de pie y reclinándose lánguidamente en el pecho de Melchor, no ... hace rato... ¡tengo una opresión...! que no oiga Ricardo...

Después, el loco, reclinándose en su portátil huronera, principió así su extraordinario relato.

La nené no oyó el final del cuento.... La música de las palabras, que no le despertaban idea alguna, el haber vuelto a entrar en calor, la misma satisfacción de estar con su favorito, le trajeron insensiblemente el sueño anterior, y Perucho, al armar la algazara acostumbrada cuando terminan los cuentos de cocos, la vio con los ojos cerrados.... Acomodó lo mejor que pudo el lecho de espigas; llególe el mantón al rostro, como hacía Nucha, para que no se le enfriase el hociquito, y muy denodado y resuelto a hacer centinela, se arrimó a la puerta del hórreo, en una esquina, reclinándose en un montón de maíz. Pero fuese la inmovilidad, o el cansancio, o la reacción de tantas emociones consecutivas, también a él la cabeza le pesaba y se le entornaban los párpados. Se los frotó con los dedos, bostezó, luchó algunos minutos con el sueño invasor...

Un día dijo la reina reclinándose en su sillón y apoyando su bello semblante en una de sus bellísimas manos cazaba el rey en El Pardo; entre los caballeros que acompañaban al rey iba don Rodrigo Calderón, que acababa de ser creado conde de la Oliva y estaba al pie de mi carroza, desempeñando accidentalmente el oficio de caballerizo.

Luego, recobrando su gravedad y reclinándose en su asiento, mientras lanzaba una bocanada de humo, añadió el chueta: Tienes razón. Matemos a los muertos: pisoteemos los obstáculos inútiles, las cosas viejas que obstruyen y complican nuestro camino.

No sigas adelante, si no quieres verme hacer pucheritos... Hablemos de otra cosa añadió reclinándose perezosamente en el sofá y estirando las piernas con demasiada confianza, hablemos de Pérez Almagro. Pérez Almagro era el último amante que la generala había tenido, y que no dejaba de inspirar cierta inquietud, ya que no celos, a nuestro joven.

Ester Prynne, dijo reclinándose sobre el balconcillo y fijando sus miradas en los ojos de aquella mujer, ya has oído lo que ha dicho este hombre justo, y ves la responsabilidad que sobre pesa. Si crees que conviene á la paz de tu alma, y que tu castigo terrenal será de ese modo más eficaz para tu salvación, te pido que reveles el nombre de tu compañero en la culpa y en el sufrimiento.

Palabra del Dia

rigoleto

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