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Actualizado: 13 de junio de 2025
VS. podrá ber si este puede serbir de algo q. fues de ynportancia y q. despues daberlo echo se le perdonase y no antes, que si la metá de lo que dice puede acer, ace, importará arto mas perdonarle q. dejarlo de acer, q. no es de los beinte y dos, sino de los ciento y tantos de la postrer lista.
Va usted á conseguir que nos fusilen á todos. Y Simoulin dijo esto con tal expresión de angustia, que el comandante desistió de continuar. Pero el miedo sufrido hizo rencoroso al poeta. ¡Qué disparate! continuó diciendo . ¡Pero eso es una niñada sin objeto, impropia de su edad!... Y transcurrieron muchos días sin que el grande hombre le perdonase el susto pasado.
Encomendose, pues, de todo corazón a la Virgen para que la perdonase: hizo promesa a la imagen de la Soledad, que había en el convento de monjas, de comprar siete lindas espadas de oro, de sutil y prolija labor, con que adornar su pecho; y determinó ir a confesarse al día siguiente con el vicario y someterse a la más dura penitencia que le impusiera para merecer la absolución de aquellos pecados, merced a los cuales venció la terquedad de D. Luis, quien de lo contrario hubiera llegado a ser cura, sin remedio.
Alborotose Cervantes, y juró que él había de desollar al rapista y poner de claro en claro quien el que por él con la Inquisición había intercedido fuese, aunque él lo sospechaba ya; y para salir de sospechas pidió a doña Guiomar licencia para salir, prometiendo que con la noticia de lo que averiguase volvería; con lo qué por el postigo del jardín, que la misma doña Guiomar abrió, saliose, y doña Guiomar quedose con Margarita, mostrándose para ella tan buena y cariñosa, como negras y envenenadas tenía contra ella las entrañas; y con el dolor que Margarita decía sentir por la reciente muerte de su madre, disimulaba las ansias y las congojas que por aquel su amor, que ya esposa de Miguel de Cervantes la hacía, la atormentaban; espantábanla los recelos, y viendo tan enamorada de Cervantes, y de tanto valer a doña Guiomar, temía que una vez poseedor de ella Cervantes, la posesión de la hermosísima viuda no perdonase, y que siendo ella pobre y la otra rica, y desventurada ella y dichosa la otra, con la otra se casase, dejándola a ella para que muriese desesperada.
El infante despues de sosegado el alvoroto, envio á llamar á Fernan Jimenez, ofreciendole que podia venir seguro debajo de su palabra. Respondió que le perdonase, que ya no estaba en su libertad para cumplir sus mandamíentos, porque habia ofrecido de presentarse ante el Emperador Andronico con toda su compañía.
Sólo mi Joaquina tuvo noticia de ellas. La Condesa era una mujer singular. Arrastrada por la violencia irresistible de su afecto, veía a solas a su amigo, y luego lloraba como la Magdalena, rezaba, abominaba de sí misma como si se creyese el ser más abyecto y vil, y desesperaba hasta de que Dios la perdonase.
Y miraba su oficina, la ancha acera, con su incesante corriente de transeúntes y sus vendedores, de plantón, pregonando billetes del próximo sorteo, gomas para los paraguas, libros baratos y perrillos de cría con un cascabel al cuello. Se despidió Maltrana del señor Manolo, luego que éste le prometió interceder cerca del Mosco para que los perdonase.
Cansado de suplicar, de llorar agarrado a la reja, de arrodillarse como un chiquillo, la desesperación le había hecho prorrumpir en amenazas. ¡Que le perdonase Fermín! pero en aquel momento se sintió capaz del crimen. La muchacha, cansada de sus ruegos, asustada de sus maldiciones, acabó por cerrar de golpe la ventana. ¡Y hasta ahora!
Al aproximarse la vanguardia, un soldado dragon, que se hallaba inmediato al General, le advirtió que en una cañada, situada al frente, reconocia como dos ó tres indios: pero creyendo serian algunos vecinos de aquel valle, que ignorando la clemencia con que se les trataba, se habian acogido á aquellas asperezas, temerosos del castigo que merecian, mandó que no los incomodasen ni les hiciesen daño alguno, y siguió adelante hasta un ayllo, que distaba un cuarto de legua: cuyos vecinos, que serian como unos 80 de ambos sexos, salieron á recibir las tropas del Rey, y puestos de rodillas delante del General, pidieron con muchas lágrimas les perdonase sus delitos.
Las puertas del infierno se abrirían para ella cuando muriese, y quedaría sepultada eternamente en los tormentos de los condenados. Se estremeció de horror. ¿Sería posible que Dios la perdonase aquel gran pecado? No dudaba de su misericordia infinita, mas para ser perdonada era necesario arrepentirse. Entonces pensó vagamente en huir de su amante y hacer penitencia.
Palabra del Dia
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