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Actualizado: 1 de mayo de 2025
11 ¿Quién me ha anticipado, para que yo restituya? 13 ¿Quién descubrirá la delantera de su vestidura? ¿Quién se llegará a él con freno doble? 14 ¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Los órdenes de sus dientes espantan. 16 El uno se junta con el otro, que viento no entra entre ellos. 17 Pegado está el uno con el otro, están trabados entre sí, que no se pueden apartar.
Ya se me figura que es verdad cuanto usted me dice. Yo soy así. Vea usted lo que me pasa: hace un rato hablábamos de flores; pues ya se me ha pegado a la nariz un olor riquísimo. Paréceme que estoy dentro de mi estufa, viendo tantos primores, y oliendo fragancias deliciosas.
Una capa se tendió entre la fiera y la víctima, un trapo casi pegado al testuz por unos brazos vigorosos que pretendían cegar a la bestia. Era el Nacional, que, a impulsos de la desesperación, se arrojaba sobre el toro, queriendo ser cogido por éste para librar al maestro. La bestia, aturdida por el nuevo obstáculo, se lanzó contra él, volviendo el rabo al caído.
Vamos ahora a ver el cuarto de la plancha. Y salieron de la sala, y salvando un corredor y dando una vuelta, entraron en otro cuarto lleno de armarios y otros trastos. No se asuste usted por la distancia. Este cuarto está pegado a la sala. No hay más que abrir una puerta de comunicación. Gonzalo se inclinó hacia su novia y le dijo por lo bajo: ¿Por qué no me tratará mamá de tú, como tu papá?
Le oí, y quedé encantado de su charla. Por gozar de ella procuraba yo retardar el trabajo, aquellas copias de los alegatos de Castro Pérez, difusos, cansados y fastidiosos, que me tenían por largas horas pegado a la mesa. Castro no dejaba salir de su casa un escrito suyo si no iba puesto en limpio por el amanuense.
Tan pegado estoy, que no he vuelto por otra, y cuando preparo algo para decírselo, ¡anda valiente!... le digo todo lo contrario. Que se vuelva uno tan estúpido, es cosa que no me cabía en la cabeza. ¡Ay!
Al correr, deja en la superficie un extraño mosaico, las torcidas líneas de su marcha oblicua, y donde terminan las líneas veislo encogido que aguarda la pleamar. La Venus esto por un fuco pegado á su concha que sale á la superficie y revela su albergue. El espectáculo más sublime se efectúa durante la gran marea.
Ya sabes que me ha pegado mucho madrina ayer... Mira, mira cómo tengo las manos... Me duele también la cabeza... ¡El suelo estaba tan duro!... Yo te quiero mucho... no te he acusado nunca a madrina...: ¡Suelta, suelta! repuso la costurera tratando de desasirse suavemente de sus pequeñas manos. No tengo más remedio que obedecer. La señora lo manda.
Aquel cautivo primero del primer banco, cuyo rostro le disfigura la sangre que se le ha pegado de los golpes del brazo muerto, soy yo, que servía de espalder en esta galeota; y el otro que está junto a mí es éste mi compañero, no tan sangriento, porque fué menos apaleado.
Me has dicho una simpleza, te he pegado un palo... Corriente... ya no hay que hablar del asunto... ¿Pasó?... Pasó. La joven se desprendió con un fuerte tirón y repitió con acento aún más grave y displicente: Está bien. Adiós. Los ojos del guapo relampaguearon.
Palabra del Dia
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