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Actualizado: 1 de junio de 2025
Quiero decir a las otras mujeres, a todas esas que tratáis los toreros: a las hembras que aman con más furia cuanto más las golpean. ¿No? ¿De veras que no has pegado nunca? Gallardo protestaba con una dignidad de hombre valeroso, incapaz de maltratar a los que no fuesen fuertes como él. Doña Sol mostraba cierta decepción ante sus explicaciones. Un día me has de pegar.
Al pie de sus abruptos acantilados estaba el pueblo de los abuelos de Ulises, la casa en la que había transcurrido la mejor época de su niñez. Así debieron verlo de lejos los griegos de Marsilia, exploradores del Mediterráneo desierto, al llegar sobre sus naves que saltaban la espuma como caballos de madera. Todo el resto del día marchó el Mare nostrum casi pegado á la costa.
Como su cuarto estaba situado sobre el de Magdalena se la pasó toda entera con el oído pegado al suelo, levantándose tan sólo para abrir de vez en cuando la puerta por si pasaba algún criado a quien poder pedir noticias. Oía a veces rumor de idas y venidas reveladoras de nuevas crisis o accesos de tos que desgarraban su pecho.
Mira, si hicieras lo que yo, no tendrías esa cara; tú te has metido en la Bolsa, y me parece que te han pegado una soba... no lo niegues; ¡si yo sé que tenías a Jacintito de compañero, y Jacintito ha salido disparado... bueno, ya te enojas otra vez! no te diré nada.
Aconteció, además, que un día en que por costumbre, no curado aún bien de la locura que me habíais pegado, estaba yo en la iglesia de las Descalzas Reales... sólo por oír vuestra voz, que la teníais excelente y me enamoraba, un mal nacido ofendió á una dama. Volví por ella, mediaron palabras y aun más; salimos á la calle, y maté á aquel hombre.
Sintió cómo el brazo de Ojeda se estremecía bajo su mano; cómo su cuerpo, pegado a ella en el ritmo de la marcha, parecía repelerla con sobresalto. No vayas a empezar como siempre, Fernando. Mira que no lo sufro... Sí señor, te mantendré; será mi mayor gloria.
Al pronto creyó Jacinta que a su marido le habían pegado una puñalada. Dio un grito... miró; no tenía sangre... «¡Ah! ¿Es que te duele?... ¡Pobrecito niño! Eso será frío... Espérate, te pondré una bayeta caliente... te daremos friegas con... con árnica...».
Mal haya el pícaro francés, que se me ha pegado á la lengua y voy á tener que ahogarlo en buena cerveza inglesa. Porque habéis de saber que no tengo una gota de sangre francesa en las venas y que soy el arquero Simón Aluardo, inglés de buena cepa y contentísimo de volver á poner los pies en su tierra.
Alegrísimo el siervo de Dios con tan buen principio de su misión, de donde infería el logro de sus deseos, se puso luego á tratar las paces de aquella gente con los Ziritucas, á quienes por un leve disgusto habían jurado dar la muerte; y asegurándose aquellos entre los bosques, habían saqueado y robado toda la tierra, y pegado fuego á las casas.
Las calles semejan largos caminos de aldea surcados por las ruedas de los carros; y casi siempre se camina pegado a los muros, de donde salen ramas horizontales de sicomoros.
Palabra del Dia
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