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Actualizado: 3 de junio de 2025
Si en la carta que vuecencia ilustrísima conoce, escrita por mí á mi tío el señor duque de Lerma, hay mucho de mundano, consiste en que mi tío me ha pedido informes acerca de lo que media entre don Francisco de Quevedo y la condesa de Lemos. Faltaría yo á lo que debo á Dios y mi conciencia, si en lo que digo en la tal carta mintiera.
Toledo se iba dando cuenta poco á poco de las paulatinas transformaciones de su amigo el sabio. Le preocupaba mucho el adorno de su persona; había pedido al coronel que lo recomendase á su sastre de Niza; hacía frecuentes viajes á esta ciudad sólo para sus compras. Además, jugaba.
De aquella hermosa muerta le había hablado un día que la acompañaba a Chillón; le había dicho cuán tierno había sido su cariño, qué parte tan grande de su ser estaba encerrada en aquella tumba, y ella le había pedido que siguiera hablandola de la muerta, y varias veces había repetido su ruego, había querido conocer los detalles de la vida de la joven, ver sus retratos, y con palabras cuyo secreto sólo ella poseía, había expresado la íntima dulzura del amor fraternal.
Montbreuse, en quien veo a un hombre de bien, pero a quien una austeridad exagerada de principios, fortificada quizá por algún orgullo natural, hace con frecuencia escéptico sobre la virtud, me ha demostrado, no obstante, con un apretón de manos, que estaba satisfecho de mí. En fin, mi madre, después de algunas palabras triviales, ha pedido su coche y yo la he acompañado.
Mándeme en cambio, a casa, mañana mismo si es posible, todos los libros de bridge que encuentre, en cualquier idioma. El pedido es urgentísimo.» A las veinticuatro horas recibí un cargamento de libros. Importaban una factura de 253.10$ moneda nacional, que pagué sin murmurar, y llenaban dos estantes de mi biblioteca.
Domingo de Cincunegui, el autor de los Recuerdos históricos de Lúzaro, me ha pedido repetidas veces que registre por todos los rincones de Aguirreche, para ver si se encuentra el viejo manuscrito; pero el infolio no aparece; sin duda, a la muerte de mi abuela, se perdió; quiza a alguno de los marineros que vive ahora en el viejo caserón le habrá servido para encender el fuego.
Los afortunados no agradecieron lo que les sobraba, y los infelices casi maldijeron lo que no habían pedido. Entonces resonaron de nuevo en las alturas las voces misteriosas: ¡Pedro! ¡Señor! Mis órdenes se cumplen mal dijo la voz de imponente e inefable dulzura a pesar de mis bondades suben de la Tierra lamentos de dolor que mueven a piedad. Los del planetilla revoltoso no hacen más que pedir.
Pero Wellesley añadió el inglés ha pedido permiso a la Junta para que desembarque la marinería de nuestros buques y defienda algunos castillos. Que desembarquen; si vienen, que vengan exclamó Amaranta . ¿No crees lo mismo, Gabriel? Esa es la cuestión que no se puede resolver dijo lord Gray , porque las autoridades españolas se oponen a que nuestra gente les ayude.
»Desde luego aposté en mis adentros a que no era el único que yo aceptaría, y hasta supuse quién podría ser el que me proponía mi madre. » No hace aún dos horas que me ha pedido tu mano continuó aquélla, viendo que yo nada decía. »Don Mauricio apunté sin temor de equivocarme. »El mismo repuso mi madre.
7 Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon enfrente a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán. 9 Y cuando hubieron pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieres que haga por ti, antes que sea quitado de contigo. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble medida de tu espíritu sea sobre mí. 10 Y él le dijo: Cosa difícil has pedido.
Palabra del Dia
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