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Actualizado: 3 de junio de 2025
«Un caballero amigo mío dijo Refugio pasando de aquel tono convencido al de la jovial ligereza , me ha dicho que aquí todo es pobretería, que aquí no hay aristocracia verdadera, y que la gran mayoría de los que pasan por ricos y calaveras no son más que unos cursis... Porque vea usted... ¿En qué país del mundo se ve que una señora con título, como la Tellería, ande pidiendo mil reales prestados, como me los ha pedido a mí?
En varias mesas puestas bajo el ombú grande, se había improvisado la cantina, gratis, atendida por Rufino a pedido de Melchor, con la recomendación de dar preferencia al despacho de limonada gaseosa. Terminadas las carreras se organizó el baile designándose bastonero al viejo Montero que aceptó el cargo diciendo: ¡La primera pieza «pal» patrón!...
El que desease morir ó matar no tenía mas que ir al frente, como los demás... Pero Martínez, que aún no se había retirado, intervino, entablando con ellos una rápida discusión. ¿Querían ó no querían hacerle el favor que les había pedido como camaradas? Los dos manifestaron un pensamiento.
Carraspique, a quien en otro tiempo había pedido dinero prestado don Santos, tenía alguna autoridad sobre el enfermo; no se hablaban muchos años hacía, pero se estimaban a pesar de las ideas y de la frialdad que el tiempo había traído.
Hace unos días llegué a casa de Lacante, como casi siempre, a llevarle algunas notas que me había pedido. Lacante había ido a una reunión del Diario de los Sabios, y no encontré en su despacho más que a Elena, muy ocupada en acabar una carta. ¿A quién escribe usted con tanta aplicación? le pregunté sentándome enfrente de ella. Elena me enseñó el sobre. Al padre Jalavieux.
Una noche, el doctor Núñez, a quien había pedido me explicase la filiación de algunas aberraciones en la organización política de Colombia, lo hacía de tal manera, que me obligó a preguntarle: ¿Pero dónde ha aprendido usted tan a fondo la historia argentina?
No hablaré a ustedes de los nobles y grandes señores de la corte de España que se arrastran a sus pies; y de alguno, que no les nombraré, que le ha pedido delante de mí su protección y su favor con tanta bajeza, que yo estaba avergonzado y Farinelli también; pero sí haré mención de que, para colocar a cada uno a su altura, el artista contestaba con dulzura y modestia: ¡Dios mío!
La ha invitado para la primera pieza, estoy seguro. ¿No es cierto, señor? ¿Qué me decís? continuó, echándose hacia atrás para mirar a Godfrey . ¿No le habéis pedido a la señorita Nancy que os acompañe para abrir el baile? Godfrey estaba lo más molesto a causa de aquella insistencia significativa respecto de la señorita Nancy.
Hace tiempo que algo me oprime el corazón... Separados por una enojosa desinteligencia, una pena que no nos atrevíamos a confesar, nos hacía sufrir a los dos; ahora vengo a romper el hielo... El hombre es débil, no os enojéis... yo no tengo la culpa, Marta, de que vos seáis hermosa... y que yo no sea insensible... El intendente había creído que no le costaría el menor esfuerzo hacer su pedido.
No todos los hombres eran dignos de abominación. Los jinetes de la policía, aquellos barbudos de la cimitarra, tan odiados por el pueblo, desfilaban igualmente. Todos habían pedido que los enviasen á combatir á los insurrectos.
Palabra del Dia
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