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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Se puso de pie en el acto que me vio, y me saludó con apresuramiento cuando el sirviente anunció mi presencia. Otra vez está de vuelta, señor Greenwood exclamó. ¡Oh, cuánto me alegro! He extrañado mucho no haber sabido nada de usted. ¿Dónde ha estado? En Italia repliqué, sacándome el sobretodo por indicación de ella, y sentándome después a su lado en un silla baja.

Pues cuéntamela enseguida le dije yo entonces, sentándome a horcajadas en el pico de una roca que sobresalía a un lado del sendero, no tanto por oír más a gusto lo que Chisco me relatara, como por descansar de la fatiga que me iba dando aquel nuestro incesante subir por la ladera del agrio monte.

No hay aquí mucho trabajo, pero bueno es que sepa usted, amigo mío, ¡que aquí no se pierde el tiempo! Puede usted ordenar lo que guste... respondí, sentándome en una silla de ojo de perdiz, muy vieja y vacilante. Vendrá usted a las ocho de la mañana, en punto, como ahora. A las ocho... ¿me entiende usted? ¡En punto! Saldrá usted a la una, hora de ir a comer.

Tenían las esterillas del petate la ventaja de servir de mortajas en caso necesario: cuéntalo Gonzalo Fernández de Oviedo, que con ser persona de calidad no había tenido excepción en la regla, en estos términos : «Queriendo un marinero aprovecharse del serón de esparto que allí estaba debajo de un colchón en que yo iba echada, le dijo el criado: «no tomes el serón, que ya ves que el capitán está muriéndose, e muerto, no hay otro en que envolverlo y echarlo á la marlo cual muy bien y sentándome en la cama muy enojado, dije: «sacad el serón, que no tengo de morir en la mar, ni quiera Dios que me falte sepultura en tierraEn efecto, empezó desde entonces á mejorar, reaccionado con la indignación que le produjo aquel deseo de heredarle en vida.

Hace unos días llegué a casa de Lacante, como casi siempre, a llevarle algunas notas que me había pedido. Lacante había ido a una reunión del Diario de los Sabios, y no encontré en su despacho más que a Elena, muy ocupada en acabar una carta. ¿A quién escribe usted con tanta aplicación? le pregunté sentándome enfrente de ella. Elena me enseñó el sobre. Al padre Jalavieux.

Palabra del Dia

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