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Actualizado: 28 de mayo de 2025
La caña hizo su aparición, llevando la alegría a todos los corazones, y los guitarreros, después de tocar un triste, en que palpitaban todos los anhelos de un alma enamorada, comenzaron a puntear un pericón con todas las reglas del arte. Salieron las parejas al centro, elegidas con cuidado por el bastonero, entre los mozos y mozas de más fama.
¡Cómo latía el corazón, en la esperanza de que fuera la moza de su simpatía la que le tocara a uno en aquel reparto de beldades, que duraría lo que durase la pieza! ¿Conmover al bastonero con una súplica? ¡Pero si eso era un sueño irrealizable!
El bastonero , que era dueño de casa, se situó en un punto cómodo para abarcar el conjunto y hacer la designación de parejas con la mayor estrictez, y mientras se acordaban las guitarras, empezó a estudiar la concurrencia para con conocimiento de causa poder hacer combinaciones que pudiesen satisfacer las aspiraciones de todos: enamorados-bailantes y bailantes solamente.
En varias mesas puestas bajo el ombú grande, se había improvisado la cantina, gratis, atendida por Rufino a pedido de Melchor, con la recomendación de dar preferencia al despacho de limonada gaseosa. Terminadas las carreras se organizó el baile designándose bastonero al viejo Montero que aceptó el cargo diciendo: ¡La primera pieza «pal» patrón!...
El bastonero para satisfacción de las mamás, que se le dormían a los pasteles y al mate, agrupadas alrededor de los guitarreros circulaba entre las parejas, diciendo cuchufletas y haciendo con su frase sacramental ¡que se vea luz, caballeros! que las aproximaciones no fueran más allá de lo lícito y honesto.
Concluida la polka, las parejas se deshicieron: las mozas, después de sacudirse las polleras para quitarles la tierra, tomaron asiento y comenzaron a torcer sus pañuelos, a sacarse mentiras o a alisarse el jopo, para dar ocupación a las manos, que ociosas les incomodaban, mientras los mozos volvían sonrientes a nuestras filas, de donde el bastonero los sacaba de uno a uno, para hacerles probar de cierta caña con cáscara de naranja, que tenía reservada para los preferidos.
Era ya anochecido cuando aquella segunda procesión entraba en la Alhambra, sirviéndole de bastonero el agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, quien, pasando a la estancia en que sobre su solio aguardaba el Sultán, le dijo a éste, tocando antes diez veces la tierra con su frente: Príncipe de los creyentes, ya llega el loco sobre los lomos de la sabiduría.
Un criollo bastonero era inconmovible, y, sobre todo, tenía demasiada admiración por las elevadas funciones que desempeñaba para entrar en familiaridades con nadie. ¡Baste decir que ni a sus sobrinos tuteaba en esos momentos, por no rebajar su autoridad!
Palabra del Dia
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